En los encuentros familiares, cuando los primos nos reuníamos, mi abuela Atlántida siempre hacía notar cuánto yo cuidaba mis juguetes. Todos conservaban sus cajas intactas y no tenían ni el más mínimo rasguño.
Años después me diagnosticarían un TOC. Un siquiatra dominicano explicó el esmero que ponía aquel infante cubano en que trenes, carritos y granjitas parecieran sin estrenar.
De viejo, seguí cuidando juguetes. Los 25 años que he tenido acceso libre a jugueterías me han permitido coleccionar muchos carritos. Todos están impecables, pero una gran amenaza se cierne sobre ellos: David Aurelio.
Por eso he decidido despedirme antes de que caigan en manos de mi nieto. Hoy los guardé en una caja hasta que él tenga edad para destrozarlos. Pronto cumpliré 60 años, es hora de empezar a dejar de ser un niño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario