26 diciembre 2024

La Habana, año cero

Lectura de La capital del sol, de César Pérez, en la librería
Arenales de Madrid.

Cada 31 de diciembre, los cubanos en el exilio prometían que el próximo fin de año lo celebrarían en Cuba. Eso ya no es posible. No por el exilio sino por Cuba, el país al que ellos anhelaban volver ya no existe. Donde estuvo ahora hay una extensión de ruinas que incluye cada centímetro de la cubanidad.
Si uno recorre la isla desde el cabo de San Antonio hasta la punta de Maisí, o como propone la canción, a través de aquellas seis lindas cubanas que eran Pinar del Río, La Habana, Matanzas, Las Villas, Camagüey y Oriente, sólo hallará poblaciones oscuras, en ayunas y sin la más mínima esperanza.
La inviabilidad y el terror impuestos por los militares al mando, no dan cabida a la más mínima ilusión. Imperan el desencanto y los desmentidos a las canciones que en la Nueva Trova, artífices de la banda sonora del régimen, urdieron para convidarnos a creer en un futuro que nunca llegó.
Ahora sabemos que la revolución siempre debió escribirse en minúsculas y no fue más que un eufemismo para no llamar a un régimen totalitario por su nombre. Ya también se puede afirmar que no ha existido Cuba peor que la que comenzó a  instaurar Fidel Castro en 1959, ninguna empobreció más a los cubanos.
Hace unos días asistí a la lectura de La capital del sol, una indispensable obra de teatro de César Pérez, en una librería de Madrid. El sitio estaba colmado de jóvenes cubanos. La tragicomedia los hizo reír de principio a fin, pero nunca había visto risas más tristes.
Esos muchachos debían estar en La Habana, creando y aportando para la Cuba del futuro. Pero su propio país los escupió, sólo por pensar diferente, los amontonó en aquella librería, donde podían verse y oírse las diversas caras e ideas que merecían verse y oírse en nuestro país en 2024. 
En lugar de ellos, unos infames y caricaturescos barrigones se aseguran de mantener lo suficientemente reprimida a la hambreada población. Todas sus energías las concentran en  impedir que nadie se atreva a decir en voz alta lo que de verdad piensa… o la Cuba que desea.
Este 31 de diciembre, como aquellos cubanos exiliados, pediré que la Navidad que viene la celebremos en lo poco que queda de nuestra nación. Que sea por el año cero de una Habana de la que los jóvenes no tengan que volver a marcharse. Que la isla entera se convierta en la verdadera capital del sol.
A lo mejor para el año que viene, por primera vez lo creo, por fin llega lo que tanto hemos esperado. Es cierto que el país ya está totalmente destruido, pero nadie mejor que esa generación que vi amontonada en una librería para reconstruirlo. En ellos, en los que escupieron, empieza el futuro.

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