04 octubre 2024

Como la anciana de Baxoia*


Escoger, siempre pudimos escoger.
Apartar lo vano,
soplar las cáscaras,
quitar pequeñas piedras o terrones
siempre estuvo permitido.
Cada tarde, después de sintonizar
alguna distracción en la radio,
nuestras mujeres se sentaban a la mesa.
Primero la cubrían con un hule,
luego vertían en ella el arroz sucio.
Encima de aquellos motivos eslavos
(rombos, flores silvestres,
aves de colores inexplicables)
comenzaban a separar
la luz de las tinieblas.
Como la anciana de Baxoia,
aquella del delantal a cuadros,
la que nunca 
levantó la cabeza de las habas,
nuestras esposas, madres y abuelas
hundían sus frentes
en los últimos minutos de la tarde.
Así permanecían hasta que por fin 
podían ponerse a cocinar
lo poco que había quedado.
Escoger, siempre pudimos escoger.
Lo que no se nos permitía allí
era elegir.
Eso lo aprendimos
una vez que conseguimos largarnos.

*Este poema, escrito durante el Camino de Santiago, en septiembre de 2024, fue publicado originalmente por Diario de Cuba.

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