13 noviembre 2022

Reencontrarse y celebrar


Freddy Ginebra, mi padre dominicano, no se cansa de repetir que a la vida más que vivirla hay que celebrarla. Siendo fiel a su prédica, ayer celebré junto a dos queridos amigos.
Raúl Martin y yo estudiamos teatro en la Cuba de los 80. Fuimos (perdonen la petulancia) los únicos dos de nuestra promoción que nos graduamos con Diploma de Oro.
Ayer, mientras preparábamos el escenario de Casa de Teatro para el concierto de Lázaro Horta, nos hizo mucha gracia vernos como en los años de Cubanacán: poniendo luces, cargando utilería y haciendo una escenografía de la nada.
A Lázaro también lo quiero desde los 80 y de aquella Matanzas a la que me llevaron las Ediciones Vigía y el corazón artesano de Alfredo Zaldívar. Desde entonces me acompañan sus canciones y su inconmesurable talento.
Ese es uno de los grandes privilegios de hacerse mayor: poderse dar el lujo de tener amigos de más de 30 años con los que uno pueda reencontrarse y celebrar la vida.

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