02 julio 2019

El último farero de Sant Sebastià

A Renay Chinea

El 1 de agosto de 1999,
Ángel Casariego
bajó los 168 metros
que hay desde 
lo alto
del promontorio
hasta el mar.
Quería saber
cómo se veía
el faro
sin nadie 
adentro.
La luz
más solitaria
del mundo
le pasó 
por encima
y se expandió
sobre la piel
del Mediterráneo.

Ese día,
el último farero 
de Sant Sebastià
dejó 
a los navegantes
en manos 
de un logaritmo.
Ya no hacía falta
que vigilara
la lámpara 
de 3.000 watts
ni el destello
que cruza la línea 
del horizonte
cada cinco segundos.

Ángel Casariego,
el último de su especie,
ahora es un barco
perdido
en las calles
de Palafrugell.
Sus ojos fatigados
no encuentran
una señal
que los guíe.
Todo empezó
el 1 de agosto de 1999,
cuando bajó 
los 168 metros
que hay desde 
lo alto
del promontorio
hasta el mar.

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