17 abril 2016

Abono

Mis abuelos Atlántida Mosteiro Góngora (1914-1995)
y Aurelio Yero Alonso (1908-1987)
Mi madre ya no recuerda el día de 1974 en que me llevó a la estación de ferrocarril del Paradero de Camarones para que mi abuelos me cuidaran. Yo tampoco lo recuerdo, pero gracias a esa fecha imprecisa soy como soy. Nadie influyó tanto en el Camilo Venegas que acabé resultando como Aurelio Yero.
Lo mejor de mí (y a veces, según Diana Sarlabous, también lo peor), se lo debo a todo lo que me inculcó aquel anciano, campesino y ferroviario, enamorado y ateo. Cada vez que yo iba a salir de la casa,  aun cuando fuera a buscar el pan a la bodega, me hacía una advertencia: “¡Mucho fundamento!”.
Era su manera de asegurarse de que pondría en práctica todo lo que me había enseñado. Vivíamos al lado de la oficina donde él daba vías, vendía boletos y despachaba paquetes. Desde el andén de mi casa se veía la modesta iglesia del pueblo, una tambaleante armazón de madera que solo abría los domingos.
Los oxidados campanazos coincidían siempre con el momento en que Armando Calderón le daba los buenos días a los amiguitos, papaítos y abuelitos. Mientras él y yo veíamos La comedia silente, el cura de Cruces administraba los pecados, las culpas y los perdones de mi pueblo.
Una mañana, en que el vozarrón del sacerdote se oyó con claridad en la sala de nuestra casa, me atreví a preguntarle por qué no creía. “¡Yo si creo! —me respondió sin quitar la vista del televisor, donde Charles Chaplin se enfrentaba a Matasiete en La calle de la paz— creo en tu abuela Atlántida, ella es mi religión”.
 Mi tía Helemenia, que era muy católica, nunca pudo explicarse cómo mi abuelo podía vivir sin creer. “¿Y qué va a pasar contigo cuando te mueras?”, le preguntó muchísimas veces. “Ná, me convertiré en abono”, fue su respuesta siempre.
A veces, cuando camino por la Loma de Thoreau y disfruto de las aves y el viento de la Cordillera sobre los pinos, pienso en el día en que yo también me convierta en abono, mas abono enamorado.
La Loma de Thoreau.

1 comentario:

Anónimo dijo...

bonita cronica, mira esto
http://www.lavanguardia.com/vida/20150302/54427792124/capsulas-humanas-cementerios.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social