Junto a Silvio Herasme Peña y Soledad Álvarez, quienes también fueron premiados. Foto: Abigaíl García |
(Palabras leídas al recibir el Premio Caonabo de Oro en el Auditorio Juan Bosch de la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña)
Gracias,
querido Mario. Todas las mañanas de mi infancia me obligaron a gritar
“¡Pioneros por el comunismo, seremos como el Che!”. Al filo de los 50 años, estaría
muchísimo más orgulloso de mí mismo si pudiera ser como Mario Rivadulla hasta la edad que tiene hoy Mario Rivadulla.
William
Faulkner aseguraba que el mundo estaba hecho para los que se enfrentan a los
problemas y los resuelven. Los que son incapaces de hacer algo así y sufren por
ello —decía—, escriben. Admito que si no pudiera escribir, el mundo para mí
tendría muy poco sentido; que me paguen y hasta me premien por hacerlo, es un
verdadero alivio.
Llegué
a República Dominicana el 30 de noviembre de 2000. Al día siguiente amanecí en
la redacción de un diario. Aunque en Cuba había laborado en dos revistas y llegué
a estar al frente de una editorial, esas experiencias de poco me servían para
cerrar un periódico en un país en el que solo había permanecido algunas horas.
El 2
de diciembre salió publicado, en la sección de Cultura de El Caribe, mi
primer reportaje escrito aquí. Aunque es irrefutable que soy el autor de ese
texto, no hubiera sido posible sin la confianza, el respaldo y la solidaridad
de todos los que formaban parte de aquella redacción.
Debo
aclarar que fui a dar ahí gracias a Freddy Ginebra, mi padre dominicano, quien
me abrió las puertas de este país como si fueran las de su casa. También debo
agradecerle a Luis Canela, Bernardo Vega, Fernando Ferrán, Margarita Cordero,
Adriano Miguel Tejada, Rafael Emilio Yunén y Alejandra Pellerano los riegos que
corrieron al tenerme en sus equipos de trabajo.
Al
mencionarlos a ellos, reconozco a todos los que compartieron experiencias conmigo
en El Caribe, Diario Libre, el Centro León y Newlink Communications. No los
menciono porque son muchos, muchísimos, y una sola omisión sería inexcusable. Aun
así, me siento en la obligación de reconocer a a una persona más.
A Luis Concepción, quien siempre ha depositado en mí mucha más confianza de la
que merezco y me ha dado la oportunidad de colaborar por años con la marca más
internacional de República Dominicana y con un símbolo de la alegría de su
gente: Ron Brugal.
Hace
ya 15 años que vivo en República Dominicana. Cada uno de los logros que he
tenido aquí se deben, en gran medida, a todos los que me tendieron la mano al
pasar. Si algún mérito tengo, es haber logrado adaptarme al gran cambio que
significa vivir en una democracia después de haber nacido y crecido dentro de
una dictadura.
Es por eso que, cada vez que puedo, dejo
constancia de mi impagable deuda con este país. Como si todo eso fuera poco, aquí
también encontré a una cubana que es el amor de mi vida desde la misma noche en
que nos conocimos. Tengo miles de razones por las que estar agradecido, pero si
tuviera que elegir solo las más importantes, serían esas: Gracias, República
Dominicana, por Diana y por la libertad.
5 comentarios:
Recibido. Lo estoy agregando a mi archivo del Caonabo de Oro. Bellas palabras. Sencillas y expresivas,
salidas del corazón y por consiguiente, no tienen necesidad de rebuscamientos. Un abrazo, mi alcalde.
El Presi.
Muchas Felicidades. Muchacho, un "Abrazo de Familia".
felicidades Camilo!
Bonito texto. Justo en todos los sentidos. Enhorabuena, Camilo.
Gracias a ti por decidi8r ser parte nuestra!
Fue un agran pena no haber estado ahí, pero me alegré inmensamente por ti.
Bien ganao' cubano!!
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