Roberto
Salcedo, el alcalde de Santo Domingo, es un comediante que se ha hecho famoso
por las bromas de mal gusto que le ha jugado a la ciudad. En una céntrica
avenida, erigió un parque de monstruos de plástico que con toda seguridad es
uno de los más horribles del mundo.
Todos
los años, durante la Semana Santa, Salcedo construye un balneario artificial
justo al lado del mar. Decenas de camiones de arena son vertidos sobre el
Malecón y enormes piscinas de plástico convierten al espectacular paseo
marítimo de Santo Domingo en un penoso show.
Luego,
durante Navidad, el singular histrión trastoca un bellísimo bosque en un
estridente espectáculo de luces. ¡Justo en un país con graves problemas de
generación, donde el servicio de energía es precario y costosísimo! Como si eso
no le bastara, su pasión por el espectáculo le llevó a construir un escenario
justo en el centro de ese bosque.
Desde
el mismo día de su inauguración, el anfiteatro Nuryn Sanlley se convirtió en
una tragedia para los vecinos del parque Iberoamérica. Por eso me prometí a mí
mismo que nunca asistiría a ninguna función en ese perturbador lugar. Era mi
manera de solidarizarme con los afectados y de protestar contra los ridículos
caprichos de Salcedo.
Pero
esta noche se presenta ahí Joan Manuel Serrat y eso me obliga a traicionarme a
mí mismo. Las canciones del Nano fueron fundamentales en la formación de mi
carácter. Mis pocos aciertos y mis mejores equivocaciones siempre estarán en
deuda con las creaciones de ese gran poeta.
Por
eso le debo una disculpa a Santo Domingo. Esta noche me veré forzado a
renunciar a mis principios. Haré todo lo posible por llegar entre los primeros
y trataré de decir con mis aplausos todo lo que Serrat significa para mí. Lo
siento; pero cuando se trata de la Poesía, todo lo demás queda en un segundo
plano.
2 comentarios:
Muy bueno, Camilo.
Un abrazo.
M.
Yo al igual que tú hice ese sacrificio por Serrat. EL lo vale.
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