Hace
13 años que vivo en Santo Domingo. Si tuviera que hacer la banda sonora de mi
larga estancia en República Dominicana, estaría plagada de canciones de Andrés
Calamaro. El Salmón me ha acompañado en los mejores tiempos y en los peores, en
la salud y en la enfermedad.
Asocio
cada época mía aquí con discos de Calamaro. En los inicios, por las redacciones
de dos periódicos, suenan Los
Rodríguez, Alta suciedad y Honestidad brutal. Un trecho difícil,
muy difícil, que acabó con una mudanza de lunes a viernes a Santiago de los
Caballeros, lleva el caos y la rabia de El
salmón.
El cantante y El regreso iban y venían conmigo por la autopista Duarte. Gracias
Andrés y a los muchachos de la Bersuit Vergarabat nunca me quedé dormido, por
altas que fueran las horas de la madrugada me mantuve atento, soñando despierto.
Volví
a Santo Domingo a bordo de El Palacio de las
Flores y comencé una nueva vida con La
lengua popular. Caí de nuevo, esta vez desde más alto que nunca y me hundí
como un barco. Era la época de On the
rock. Me da la impresión que le debo mi sobrevivencia a esas canciones y a Diana
Sarlabous.
Bohemio, el nuevo disco del Salmón,
parece compuesto para el momento que vivimos Diana y yo. Cuenta nuestra vida en
común, le pone música a cosas que hasta ahora respirábamos en silencio. No puedo decir si es bueno o malo, cuál
canción prefiero o cuál no. Lo oigo de corrido, sin parar, una y otra vez.
Al final creo
que solo se trata de la crónica de mi felicidad. Tal como reza en "Inexplicable": “Para que querer a nadie más,/
que a esa muchacha que se quedó junto a mí,/ cuando yo la necesitaba,/ nadie
estuvo tan cerca de mi corazón.../ ¡Mi corazón que no tiene lugar para nadie más!”.
1 comentario:
:)
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