19 septiembre 2013

Bohemio


Hace 13 años que vivo en Santo Domingo. Si tuviera que hacer la banda sonora de mi larga estancia en República Dominicana, estaría plagada de canciones de Andrés Calamaro. El Salmón me ha acompañado en los mejores tiempos y en los peores, en la salud y en la enfermedad.
Asocio cada época mía aquí con discos de Calamaro. En los inicios, por las redacciones de dos periódicos, suenan Los Rodríguez, Alta suciedad y Honestidad brutal. Un trecho difícil, muy difícil, que acabó con una mudanza de lunes a viernes a Santiago de los Caballeros, lleva el caos y la rabia de El salmón.
El cantante y El regreso iban y venían conmigo por la autopista Duarte. Gracias Andrés y a los muchachos de la Bersuit Vergarabat nunca me quedé dormido, por altas que fueran las horas de la madrugada me mantuve atento, soñando despierto.
Volví a Santo Domingo a bordo de El Palacio de las Flores y comencé una nueva vida con La lengua popular. Caí de nuevo, esta vez desde más alto que nunca y me hundí como un barco. Era la época de On the rock. Me da la impresión que le debo mi sobrevivencia a esas canciones y a Diana Sarlabous.
Bohemio, el nuevo disco del Salmón, parece compuesto para el momento que vivimos Diana y yo. Cuenta nuestra vida en común, le pone música a cosas que hasta ahora respirábamos en silencio. No puedo decir si es bueno o malo, cuál canción prefiero o cuál no. Lo oigo de corrido, sin parar, una y otra vez.
Al final creo que solo se trata de la crónica de mi felicidad. Tal como reza en "Inexplicable": “Para que querer a nadie más,/ que a esa muchacha que se quedó junto a mí,/ cuando yo la necesitaba,/ nadie estuvo tan cerca de mi corazón.../ ¡Mi corazón que no tiene lugar para nadie más!”.