(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)
Un
colegio detuvo su docencia para que sus alumnos bendijeran sus anillos de
graduación. Supongo que a una tribu del África actual ese ritual le debe
parecer bárbaro, casi salvaje. Luego, más de cien vehículos de seis cilindros
con sus choferes uniformados fueron a buscarlos. Parecerá que se trata de Qatar
y no de una isla en el Caribe que no produce ni una gota de petróleo.
En
realidad todo sucedió a pocos pasos de una de las flamantes líneas del Metro de
Santo Domingo. Pero a ninguno de los estudiantes que participaron en la
actividad religiosa, espiritual, casi mística, le pasó por la cabeza juntarse
en un mismo vagón con los sudorosos habitantes de Villa Juana, Los Guaricanos o
Villa Mella.
Todos
oraron. Cada anillo, cuyo precio alcanzaría para pagar el año escolar de un
analfabeto, fue bendecido por el sacerdote. Mientras lo hacía, hablaba de
sacrificio, bondad, perdón, entrega, pasión y un sinnúmero de palabras
emocionantes que chocaban contras las paredes y hacían un eco incomprensible.
En
la noche, los estudiantes se fueron de fiesta y cada uno gastó más de lo que
tienen la mayoría de las familias para vivir un mes. Fueron impertinentes y
arrogantes con los camareros, quienes toleraron con una sonrisa helada cada una
de las malacrianzas.
Entonces,
fue que surgió el tema del color. Los más claros empezaron a establecer la raza
de los más oscuros. Una mulata preciosa, que se pasó tres horas estirándose el
cabello y una más empavesándose con crema blanqueadora, se burló de otra mulata
preciosa, porque se atrevió a bañarse en la playa y se ha dejado los rizos.
Los
que llevan camisas de Hugo Boss, murmuraron a los que llevan Tommy Hilfinger.
Esos, a su vez, lo hicieron de los que las traían de Zara y así hasta llegar a
una marca que motivó un: “Viejo, ¿y qué fue, qué es esa vaina?”. Ninguno pidió
lo que en realidad le gustaba, sino lo más caro, lo que pudiera ser inalcanzable
para el amigo que tenía enfrente.
Aunque
celebraban su graduación y el ingreso a la universidad, en ningún momento se
habló de vocación o planes de vida, ni siquiera de un sueño en particular. En
cuanto a los centro de estudio, solo se estableció a cuales iban los “chopos” y
a cuales la “gente bien”. Todos los sueños se reducían a la vaina que venga
después del Iphone 5.
Uno
de los muchachos, ya borracho, confesó que amaba a una muchacha que no estaba
la fiesta. Uno de sus amigos le pegó en la cabeza y le preguntó si estaba
“totao”. “El padre de esa niña anda en un Corolla del 2005 y la madre tiene la
nariz más ancha que Fiona”. Todos se rieron a carcajadas, incluso el que estaba
enamorado.
La
semana que viene volverán a reunirse. Entonces tendrán una convivencia, la
última juntos. La actividad será igualmente religiosa, espiritual, casi
mística. Un facilitador hablará de sacrificio, bondad, perdón, entrega, pasión
y un sinnúmero de palabras emocionantes que chocarán contra las paredes y harán
un eco incomprensible.
En
la noche irán a un fiesta. Primero serán impertinentes con los camareros, luego
surgirá el tema del color y después el de la ropa. Los que lleven camisas de
Hugo Boss, murmurarán a los que lleven Tommy Hilfinger. Esos, a su vez, lo harán
con los que tengan las de Zara y así hasta llegar a una marca que motivará un:
“Viejo, ¿y qué fue, qué es esa vaina?”.
El
grupo acabará desintegrándose, pero ninguno perderá la costumbre de los
misticismos y las murmuraciones. Eso los acompañará por siempre, porque fue el
único “valor” que les inculcaron con éxito.
6 comentarios:
Muy bueno el artículo. Solo te faltó la homofobia.Lo menciono porque Ken, el novio de Barbie es gay.
Un abrazo,
Michael
te vi en la exposición de mi prima Miguelina, has ido a mi oficina un par de veces, en República, y siempre me pregunto si me recuerdas (de cuando trabajamos juntos en Refugios Magazine) y me da "cosa" irte a saludar. La próxima vez ire a darte la mano y apretarla fuerte no solo para saludarte, sino para felicitarte y agradecerte la lectura que me diste este sábado. Que pieza.
Asere, esa cosa que escribiste papi, me gusto.
Pero Camilo, ¿y qué fue, qué es esa vaina?. ROTUNDO!!!
Muy bueno, sólido.
Felicidades, Camilo, me encantó tu columna del domingo en Estilos (de hecho la compartí en mi muro). Sin desperdicios, como la vida misma...
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