En 1963, el ciclón Flora se ensañó con el oriente cubano. Aunque
sus vientos no eran tan fuertes, dibujó dos lazos mortales sobre la cabeza del
caimán. Esa absurda trayectoria provocó devastadoras inundaciones. El documental Ciclón, de Santiago Álvarez, relata como
nada la tragedia.
En las primeras imágenes de la película se aprecia una sociedad en
auténtica revolución. Hombres y mujeres construyen sin parar el mundo mejor que
sueñan para sus hijos. Todos sin excepción miran a la cámara y sonríen. Un son
montuno acompaña lo que parece una danza de la felicidad.
Se superponen carreteras y puentes en construcción, sembradíos en
plena cosecha, granjas y centrales que no paran de producir. Todo parece estar en movimiento. Es obvio que un enorme cambio se gesta tanto en el paisaje como en el interior de la gente. Pero de pronto, el ojo de un huracán le
pone punto final al optimista preámbulo.
De ahí en adelante, el ciclón Flora se empeña en demolerlo todo.
Dos veces vuelve sobre sus pasos. Sus inexplicables retrocesos siembran de muerte
y destrucción todo lo que prosperaba unos segundos antes. Cuando vuelve la
calma, los rostros de los que antes sonreían, ahora circunspectos, se entregan
a la reconstrucción.
Hoy, cuando vi las primeras imágenes de Santiago de Cuba tras el
paso del huracán Sandy, recordé la película de Santiago Álvarez. Todos, tanto
la ciudad como la gente, se ven muy envejecidos. Es como si el ciclón hubiera
chocado contra un cuerpo moribundo que ya no tiene fuerzas para hacer nada.
A través de esos dos ciclones también se puede contar la historia
de la revolución cubana. El documental del Flora no tiene palabras. Las
imágenes de Sandy tampoco las necesitan. La magnitud de la tragedia se explica
por sí sola.
No me refiero al daño hecho por los ciclones. Hablo de lo que el
país tuvo que soportar durante 49 años. Esa es justo la distancia que hay entre
un fenómeno y el otro.
3 comentarios:
Muy cierto, Camilo. Hace unos quince años que no visito a mi natal Santiago. No puedo imaginarme cómo reconstruirán lo doblemente devastado.
QUE BIEN ESCRIBES, CAMILO. ES UN PLACER LEERTE HABLES DE LO QUE HABLES.
Nosotros pasamos el Flora en Cuba, (Elia y yo y las familias), cuando tenga oportunidad, te contaré algunas cosas que nos pasaron.
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