Una vieja cámara fotográfica rusa, la Lomo Kompakt Automat, ha posibilitado una nueva manera de mirar al mundo. No pienses, dispara. Esa es la máxima que mueve a los artistas. Se trata de ser rápidos, de no pensar y de atrapar lo que les rodea de una manera diferente, ajena al perfeccionismo que garantizan los artefactos digitales.
A principios de los años ochenta mi madre me regaló una camarita soviética. Se llamaba Smena y venían acompañada por dos películas ORWO (producidas por un laboratorio de la República Democrática Alemana). Un complicado estuche de cuero envolvía aquel aparato cuyo lente sólo ofrecía tres posibilidades: cerca, lejos y lejísimo.
Mucho antes de que unos estudiantes en Viena descubrieran las cámaras “lomográficas” y se animaran a desarrollar un nuevo estilo, a contracorriente de la pureza visual de los pixeles, miles de cubanos nos aventuramos a reproducir nuestro entorno a través de aquel vidrio cuadrado donde las cosas se veían al revés y como si estuvieran en otra parte.
Hace poco recuperé algunas de aquellas imágenes gracias a que algunos de sus negativos sobrevivieron inexplicablemente dentro de un libro. En una de ellas, mi abuela Atlántida deja que Quino, mi viejo perro, se le abalance encima. En otra, el tren de las dos está a punto de llegar al Paradero de Camarones.
También retraté el potrero que fue de mi abuelo y, tratando de imitar una de aquellas perspectivas que tanto obsesionaban a los cineastas soviéticos, me subí a un tren de combustibles para que la hilera de vagones saliera a buscar el horizonte del pueblo. La clave de la lomografía es la espontaneidad y la experimentación. Todos lo que tuvimos una Smena en las manos fuimos precursores del singular movimiento sociocultural. La necesidad nos obligó a ello.
A principios de los años ochenta mi madre me regaló una camarita soviética. Se llamaba Smena y venían acompañada por dos películas ORWO (producidas por un laboratorio de la República Democrática Alemana). Un complicado estuche de cuero envolvía aquel aparato cuyo lente sólo ofrecía tres posibilidades: cerca, lejos y lejísimo.
Mucho antes de que unos estudiantes en Viena descubrieran las cámaras “lomográficas” y se animaran a desarrollar un nuevo estilo, a contracorriente de la pureza visual de los pixeles, miles de cubanos nos aventuramos a reproducir nuestro entorno a través de aquel vidrio cuadrado donde las cosas se veían al revés y como si estuvieran en otra parte.
Hace poco recuperé algunas de aquellas imágenes gracias a que algunos de sus negativos sobrevivieron inexplicablemente dentro de un libro. En una de ellas, mi abuela Atlántida deja que Quino, mi viejo perro, se le abalance encima. En otra, el tren de las dos está a punto de llegar al Paradero de Camarones.
También retraté el potrero que fue de mi abuelo y, tratando de imitar una de aquellas perspectivas que tanto obsesionaban a los cineastas soviéticos, me subí a un tren de combustibles para que la hilera de vagones saliera a buscar el horizonte del pueblo. La clave de la lomografía es la espontaneidad y la experimentación. Todos lo que tuvimos una Smena en las manos fuimos precursores del singular movimiento sociocultural. La necesidad nos obligó a ello.
4 comentarios:
Ahora no sé si lo peor de la Cuba que vivimos fue que todos tuvimos los mismos artículos, vimos los mismos programas de televisión y las mismas películas y leímos los mismos libros y periódicos. Esa "homogeneidad", es quizás la que nos permite saber, punto por punto de lo que está hablando otro cubano, sin temor a disquisiciones, dobles sentidos y metáforas más allá de lo puramente dicho. Un abrazo, yo también tuve una Smena con rollos Orwo y claro que la disfruté muchísimo.
Muchas fotos que hice con una smena, los negativos quedaron en Cuba ...
saludos
Me encanta su blog, me puedes decir que casas editoras sacaron sus libros Itinerario y Afuera, para ver si los puedo conseguir.CS
Hay unos cuantos sites que enseñan como hacer Lomos en PhotoShop.
http://www.lomophoto.com/fakelomo.php
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