Ignacio
Agramonte le hablaba en francés a sus soldados,
una
docena de negros desnudos que le seguían machete en mano
mientras
cortaban cabezas y se hundían cañaveral adentro.
«¡Mes
amis! –Les gritaba– ¡Mes amis... la liberté!»
En
mi pueblo no hay posadas ni moteles de paso.
Una
barbería, dos tiendas, un bar y una botica.
Es
todo.
Nada
más hay en la calle que lo divide
como
un corte hecho de una sola vez,
pero
con una navaja sin amolar.
En
la barbería hay un espejo desde donde se ven las dos tiendas.
En
las dos tiendas las puertas son amplias y se está al tanto de todo.
El
bar queda frente a la botica
y
en cualquiera de los dos se puede beber un buen trago de alcohol
(ablandado
con hierbabuena y agua).
Durante
años, estuvo mal visto que nuestras mujeres
hablaran
con hombres de otros pueblos o con recién llegados.
Sabían
darse su lugar y jamás tuvimos quejas de ellas.
Pero
todo cambió y ahora
cuando
las mujeres de mi pueblo se desnudan
hablan
en francés.
Lo
aprendieron de un que turista
que
se llevó a dos en un jeep rojo.
«¡Mes
amis! ¡Mes amis la liberté!»
Gritan,
mientras mueven las cabezas y se hunden cañaveral adentro.
2 comentarios:
Hum...!, esa otra liberté.
Saludos,
Al Godar
Felicitaciones. Bueno saber de tu poesía.
Ch.
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