Hacía mucho tiempo que una película no me dejaba sembrado en la butaca hasta el final de los créditos. Eso logró La soledad (1997) de Jaime Rosales, un joven realizador catalán que se licenció en ciencias empresariales y se pasó tres años de su vida en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, en Cuba.
Él mismo se declara deudor de Robert Bresson, Yasujiro Ozu y Jess Franco, de ahí su obsesión por mostrar pedazos de vidas cotidianas de forma ascética y a través de planos fijos. En La soledad, Rosales nos presenta a dos mujeres normales, casi corrientes, en su afán por sobrellevar sus circunstancias y evitar a toda costa los estragos que produce la soledad.
Cito en extenso unas notas que el propio Jaime Rosales ha escrito sobre su película: “Todo empieza con una emoción. Una emoción difusa sobre la vida, sobre el mundo que nos rodea, sobre cómo nos relacionamos los unos con los otros. (…) Estamos diseñados para sufrir y también para superar el sufrimiento. Somos seres duros y sensibles, pero al final, nuestra dureza supera nuestra sensibilidad”, dice el realizador.
En el mismo párrafo, sin el punto y seguido que yo he puesto, Jaime asegura que le “llama mucho la atención la forma extraña en que tenemos de tratarnos los unos a los otros. Hacemos bromas sobre cosas serias. Escondemos nuestras intenciones para lograr engañar al otro y lo que logramos de esta manera es confundirnos más de lo que lo estábamos. Podemos llegar a odiar a las personas que más nos quieren”, afirma.
Todavía sin respirar, en el mismo bloque de texto asevera que “le damos mucha importancia al dinero. El dinero está presente en casi todas nuestras acciones, en casi todas nuestras conversaciones. En general, creo que tenemos buenas intenciones los unos sobre los otros aunque no siempre somos capaces de mostrar lo que pensamos y sentimos realmente”.
Aunque la película cuenta la historia de Antonia y Adela, el relato avanza permitiendo que los otros personajes también se conviertan en protagonistas, exhibiendo las emociones que producen lo que hacen o lo que dejan de hacer. A veces parece que no estamos viendo una película, sino lo que logró filmar una cámara que alguien dejó encendida en medio de una familia o delante de una mujer sola.
Por La soledad, Jaime Rosales ha merecido varios premios y reconocimientos en los más importantes festivales de Europa. Es probable que dentro de dos o tres películas se convierta en un director de culto, pero por ahora es suficiente con que haya sido capaz de armar una joya a partir de los escasos materiales que ofrece la realidad triste y dolorosa. Sin concesiones ni optimismo, Jaime se limita a ponerlo delante de las verdades que encierra la soledad cuando se eleva al cuadrado.
Él mismo se declara deudor de Robert Bresson, Yasujiro Ozu y Jess Franco, de ahí su obsesión por mostrar pedazos de vidas cotidianas de forma ascética y a través de planos fijos. En La soledad, Rosales nos presenta a dos mujeres normales, casi corrientes, en su afán por sobrellevar sus circunstancias y evitar a toda costa los estragos que produce la soledad.
Cito en extenso unas notas que el propio Jaime Rosales ha escrito sobre su película: “Todo empieza con una emoción. Una emoción difusa sobre la vida, sobre el mundo que nos rodea, sobre cómo nos relacionamos los unos con los otros. (…) Estamos diseñados para sufrir y también para superar el sufrimiento. Somos seres duros y sensibles, pero al final, nuestra dureza supera nuestra sensibilidad”, dice el realizador.
En el mismo párrafo, sin el punto y seguido que yo he puesto, Jaime asegura que le “llama mucho la atención la forma extraña en que tenemos de tratarnos los unos a los otros. Hacemos bromas sobre cosas serias. Escondemos nuestras intenciones para lograr engañar al otro y lo que logramos de esta manera es confundirnos más de lo que lo estábamos. Podemos llegar a odiar a las personas que más nos quieren”, afirma.
Todavía sin respirar, en el mismo bloque de texto asevera que “le damos mucha importancia al dinero. El dinero está presente en casi todas nuestras acciones, en casi todas nuestras conversaciones. En general, creo que tenemos buenas intenciones los unos sobre los otros aunque no siempre somos capaces de mostrar lo que pensamos y sentimos realmente”.
Aunque la película cuenta la historia de Antonia y Adela, el relato avanza permitiendo que los otros personajes también se conviertan en protagonistas, exhibiendo las emociones que producen lo que hacen o lo que dejan de hacer. A veces parece que no estamos viendo una película, sino lo que logró filmar una cámara que alguien dejó encendida en medio de una familia o delante de una mujer sola.
Por La soledad, Jaime Rosales ha merecido varios premios y reconocimientos en los más importantes festivales de Europa. Es probable que dentro de dos o tres películas se convierta en un director de culto, pero por ahora es suficiente con que haya sido capaz de armar una joya a partir de los escasos materiales que ofrece la realidad triste y dolorosa. Sin concesiones ni optimismo, Jaime se limita a ponerlo delante de las verdades que encierra la soledad cuando se eleva al cuadrado.
5 comentarios:
La soledad, tan sencilla y al mismo tiempo compleja como la vida misma.
http://poeticpirate.blogspot.com/ is Jack Morgan http://blog.trainwreckunion.com/
¡¡¡¡Esa película es geniaaaaa!!!! Y eso que a mi me toco verla con dos estupidos fresitas que no entendias nada y hablaban 20 boludeces. Camilón diste en el clavo again. Tu lucidez me fascina che.
Hey asere!!! que bien encontrarme en la blogosfera con un compatriota que vive y postea desde tierra quisqueyana.
Habras visto XXY????
Es lo que mas me ha gustado de lo que he visto en la muestra.
www.alaorilladelguaso.blogspot.com
Yo si vi XXY, acá en Chile y me pareció excelente película. Me gustaría ver "La soledad". Gracias Camilo por tu blog que encontré por casualidad en la red, muy bueno!!!
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