Nadie le ha dicho, al parecer no le han advertido, pero eso es lo que queda. Esas imágenes ya son imborrables. Por eso en cuanto reapareció ya no era reconocible. Su imagen ya no es más su imagen. En mi cabeza empezó a sonar la voz de Barbarito Diez y los cuentos que me contaron del mendigo más famoso de La Habana: "¡Miren quien viene por ahí, el Caballero de París!". Eso es todo lo que paso, eso y una extraña mezcla de burla con compasión que por más que se trate, resulta inevitable.
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