Los cubanos tradujeron UAZ en guaz, de ahí el apodo de guasabita. |
Desde muy pequeño disfruto coleccionar. Atesoré clavos de línea, boletos de trenes, sellos de correos, fotos de escritores y hasta botellas vacías. Ya en la vejez, me ha dado por acumular "carritos", para complacer al niño que tuvo que ceñirse a los juguetes básicos, no básicos y dirigidos.
Uno de los momentos más felices de mi vida ocurrió en 1981. Estaba becado en la Escuela Secundaria Básica de El Nicho y me dieron unas fiebres tan altas que acabé interno en el hospital del pueblo (la doctora que me cuidó es uno de los personajes de la novela en la que trabajo ahora).
La mañana del miércoles apareció mi abuela Atlántida en la puerta de la sala. Había hecho el camino a pie desde Crucecitas y no aceptó ninguna de las promesas que le hicieron el director y la doctora. "¡El niño se va conmigo!", sentenció. Después de darse por vencido, Nivaldo (así se llamaba aquel buen hombre) le ordenó al chofer de la guasabita que nos bajara hasta Cumanayagua.
Cuando abrieron la puerta de aquella cápsula soviética, estábamos junto al tren que nos llevaría de regreso a casa. A menudo recuerdo su olor, era semejante al de un pasaje de Apocalipsis Now. La he encontrado desarmada, pero cuidaré de cada detalle para que me quede perfecta. Como les dije al principio, soy un coleccionista.
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