Por primera vez desde el 19 de agosto de 2006, día en que publiqué el primer post, estuve dos meses sin decir ni media palabra en El Fogonero. Durante ese tiempo, los Venegas Sarlabous nos batimos cuerpo a cuerpo con el Covid y celebramos, según las posibilidades de nuestra salud, la Navidad y el fin de año.
Pudiera esgrimir otra excusa: Mi hija Ana Rosario y su novio Tom se comprometieron en la cima del Mogote, la montaña más alta de Jarabacoa. Ese evento le pone fin a la niña que seguía siendo para mí Nené, como le he dicho siempre, y me devuelve la ilusión de tener un niño para enseñarle a jugar béisbol.
A diferencia de sus padres, que siempre quisimos tener un solo hijo, Ana Rosario desea tres. La entiendo. Al haber nacido de dos hijos únicos, no quiere que sus niños y sus nietos pasen por lo mismo que ella pasó, al no tener tíos ni primos hermanos. Todo eso me tuvo muy entretenido.
Pero la verdadera razón por la que no he puesto nada aquí por semanas es que no tenía nada que decir. Cuba, el país donde nacimos Diana y yo no deja de entristecernos. Ver a nuestra nación podrirse en manos de una camarilla corrupta e inclemente, nos produce una frustración indescriptible.
Pero quedarse callado no es una opción en el mundo actual. Por eso estoy aquí, de regreso a las palabras. Poco a poco, vuelvo a dejar que los dedos caigan sobre las letras. Uno se puede cansar de muchas cosas, la decepción no parece tener límite para los que nacimos entre Maisí y San Antonio.
Aún así, hay que dejar testimonio. Quiero asegurarme de que al menos así mis nietos sepan quién fue su abuelo y cómo pensaba.
1 comentario:
Gracias a Dios vuelves a la carga. Ya nos tenias preocupados. Me alegra lo de tu hija. Enhorabuena
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