28 agosto 2018

Bandidos

Hace unas semanas salimos a montear con unos amigos. Subimos por el camino de La Lomita. La ruta, a más de mil metros de altura sobre el nivel del mar, va bordeando abismos por la Cordillera Central. Cuando perdimos toda señal, El Mogote (la montaña más alta de la zona) era el único punto de referencia.
Así estrenamos nuestro buggy, un Kawasaki Teryx al que le hemos puesto El Mulo. Lo queremos para esos temerarios caminos que llegan hasta el techo del Caribe. “Su don ya no es estéril: su creación/ la segura marcha en el abismo. Amigo del desfiladero”, recitando a Lezama le explicamos su nombre.
En un momento del trayecto el líder de la expedición, don Julio Cross, indicó que hiciéramos un alto. De uno de los compartimentos de su Polaris sacó una caja de pañuelos. “Parecemos bandidos”, me dijo Diana mientras se enmascaraba con la bandana. Entonces le hablé por primera vez de La Fija. 
Era primo hermano de mi abuelo Aurelio Yero. Su madre, Lila, que siempre me daba unos amorosos abrazos con olor a agua de colonia, talco y fogón de leña, nunca dejó de llorarlo. Mantuvo su retrato en la sala de su casa, encima de un vaso con flores. Desde allí, La Fija vigilaba a todos los que pasaban por la acera.
Fue compañero de Polo Vélez, el gran forajido de Cumanayagua, y del Mexicano. No fallaba un tiro. Donde ponía el ojo, ponía la bala. De ahí su apodo. Murió como vivió, emboscado. Herido de muerte, se mantuvo disparando hasta que el resto de la banda logró escapar.
Aunque llevábamos el rostro cubierto, nos reconocieron en cuanto llegamos a La Lomita. “¡Camilooooo! —nos gritó Bo, cuando pasamos frente a su casa— ¡Dianaaaaa!”. Aunque ese detalle hubiera decepcionado a La Fija, seguimos adelante con nuestro plan.
Acabamos asaltando a la Cordillera, donde quiera que pusimos el ojo, pusimos la bala de nuestro amor por el Cibao y su gente. Unos días después bajé a la madre de Patricio en El Mulo. Iba al pueblo a visitar la tumba de su hija. Para darme las gracias, me dio un amoroso abrazo. Olía a agua de colonia, talco y fogón de leña.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me he vuelto un adicto a estos relatos de ustedes, me hacen recordar mis primeros años de vida en Tres Palmas, eso queda "ahora" en la carretera que va desde Sancti Spiritus a Yaguajay. Dije "ahora", ya que la época que me hacen recordar solo había un camino de 8 km que salia de Guayos. Algo curioso: había un batey que se llamaba La Larga, otro La Pela, otro La Prueba, y también estaba Tres Palmas. Los choferes de alquiler (ANCHAR) decían: Larga, Redonda y La Pela, y si quieren La Prueba.
Gracias