(Escrito para la columna Como si fuera sábado de la revista Estilos)
La
noche anterior habíamos visto Still Mine, la hermosa lección de vida de Craig
Morrison. La primera advertencia que te hacen en la película es que se trata de
una historia real, la de un anciano en un lejano campo de New Brunswick que es
capaz de romper todas las reglas por tal de defender al sentido común y al
amor.
Aunque
Morrison, brillantemente interpretado por James Cronwell, tiene ya 80 años,
reúne las fuerzas suficientes para construir una casa. Para ello cuenta con dos
herramientas fundamentales: los saberes que heredó de su padre (un experimentado
carpintero que construía barcos) y su deseo de permanecer junto a Irene, su
mujer, quien padece de Alzhéimer.
Con
una idea muy clara de lo que quería (un austero y funcional espacio donde Irene
no corriera peligros), Craig buscó un lugar con una hermosa vista y trazó los
espacios sobre la tierra. Luego comenzó a serruchar y clavar. Es entonces que
aparece el tecnócrata pidiendo licencias, impuestos, planos, permisos…
Ninguna
casa en este lugar se hizo con un plano —le responde Morrison— y todas tienen
más de 200 años. Pero el joven ingeniero, que con toda seguridad tiene una
maestría y presume de toda una pared llena de certificados, es incapaz de
razonar. Para él las normas, lo que está establecido y lo que exige la ley está
muy por encima de la lógica y de los conocimientos trasmitidos de generación en
generación.
No
es mi intención contar la película, preferiría antes que la vieran y disfruten
la experiencia de compartir 103 minutos de su vida junto a un individuo
fascinante. La traje a cuento porque a la mañana siguiente me tocó llamar a la
compañía de telecomunicaciones para solicitar un traslado. Así fue que caí en
manos de la chica de call center.
A
diferencia de Craig Morrison, al que sería capaz de describir con lujo de
detalles, no podría ni siquiera intuir la apariencia de la joven. Basta con
adelantarles que a los pocos segundos de conversación ya había conseguido
exasperarme. Primero me dijo su nombre y luego me preguntó el mío. Con una
amabilidad tan perfecta como fingida, me aseguró que estaba para servirme.
Sin
embargo, cuando puntualicé lo que necesitábamos, detalló una larga lista de
inconvenientes; cada uno de ellos dicho con idéntica afabilidad, como si en
lugar de revelarnos la gran incapacidad de la empresa, nos estuviera dando una
buena noticia.
Como
soy comunicador y he tenido que escribir ya unos cuantos mensajes clave, le
pedí que parara de hablar por un momento, que dejara de comportarse como una
máquina y que, ¡por favor!, primero oyera lo que yo le estaba diciendo. De nada
sirvió, durante casi una hora me repitió las mismas excusas con las mismas
palabras e idéntico tono.
Puestos
a perder el tiempo, le pregunté si había visto Still Mine. Me respondió que
ella estaba para servirme. Insistí en que ya no le estaba hablando de mi
requerimiento sino de una película. Entonces aclaró que nuestra orden sería
procesada durante las próximas 72 horas y que, en caso de ser rechazada por el
sistema, tendríamos que empezar el proceso de nuevo.
Mientras
ella insistía en leerme el enorme inventario de excusas que aparecen en su
guión, no sin antes incluir algún mensaje esperanzador de la marca, yo no paré
hasta contarle toda la historia de Irene y Craig. Aún no tenemos Internet, ni
siquiera han venido a cablear el edificio. Gracias a eso he visto ya a Still
Mine tres veces.
A la
chica del call center no le creí ni una palabra, pero Craig Morrison ya ha
logrado convencerme de que a veces es necesario romper todas las reglas, de que
vale la pena persistir cuando se trata de defender al sentido común y al amor.
4 comentarios:
Busco la película que aún no he visto..pero como siempre acertado..todos de una manera u otra hemos tenido que lidiar con estos operadores...
Busco la película que aún no he visto..pero como siempre acertado..todos de una manera u otra hemos tenido que lidiar con estos operadores...
https://www.youtube.com/results?search_query=diez+minutos+call+center
Camilo, me ha emocionado la historia que cuentas. Buscaré la película y la disfrutaré. Y a la chica del call center, que le den por saco. Aquí en España son igualiticas a esa que te exasperó. Abrazo, Yin Pedraza Ginori
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