(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)
Eid
Hirsh es un consultor peruano que trabajó durante unas semanas en Santo
Domingo. Antes de que regresara a su país, la agencia de comunicaciones donde
labora le hizo una entrevista. Querían conocer su experiencia dominicana, tanto
laboral como cultural.
La
pregunta final fue sobre la gente, las comidas y la ciudad. Comunicador al fin,
hasta ese momento sus respuestas habían sido muy precisas y estaban hechas de
ideas, datos, cifras y mensajes clave. Pero, llegado a ese punto, se aflojó la
corbata. Es como si hablar de Santo Domingo le diera calor.
“Esta
es una ciudad increíble —dijo Eid—, porque en ella conviven las tendencias más
actuales de la arquitectura y la tecnología con el sabor popular. Gracias a
eso, uno puede bajar de una torre corporativa ultramoderna y comprar un coco
para beberse su agua, en plena calle. Voy a extrañar mucho eso cuando llegue a
Lima”.
Mientras
Eid hablaba de Santo Domingo, comenzó a enumerar muchas cosas que yo ya no veo.
Por eso, cuando salí a la calle, traté de ver a la ciudad como si acabara de
llegar a ella y tuviera que marcharme mañana. Me salí de esa estéril zona de
confort que establece la vida cotidiana.
Entonces
me di cuenta que, solo en la Abraham Lincoln, una avenida que recorro a diario,
había muchísimas cosas que desconocía. También reparé en lo que ya no estaba en
su lugar y en lo nuevo. Por un momento me olvidé del ruido, me abstraje del
caos en el tránsito y comencé a andar por un ciudad nueva para mí.
“Voy
a extrañar el ‘¡Saludos!’ del ascensor y el ‘¿Cómo tú ta’?’ de la oficina
—aseguró Eid—. También le echaré de menos a las habichuelas con dulce y a la
amabilidad de la gente, una de las cosas que más he disfrutado de Santo domingo
es la amabilidad de su gente”.
La Orquesta
Sinfónica Juan Pablo Duarte, integrada por alumnos del Conservatorio Nacional
de Música, tocó la “Marcha de la Turga”, de Ludwig van Bethoven, en los
jardines de esa escuela de arte. No fue un concierto, sino una protesta por las
intenciones del Ayuntamiento del Distrito Nacional de destruir un área verde
para construir parqueos.
Como
se sabe, el alcalde de Santo Domingo es Roberto Salcedo, un comediante que le
ha hecho más de una broma de mal gusto a la ciudad. En algún momento de su
gestión, Salcedo comenzó a confundir a la Capital con un set de televisión y,
en lugar de urbanismo, se dedicó a desarrollar escenografías.
Producto
de ese afán son los parques de las “canquiñas” y el que la gente bautizó como
el “Zooberto”, probablemente el más feo y ridículo espacio público que se haya acometido
jamás en la región del Caribe. Violines, trompetas, flautas y chelos fueron las
armas escogidas por los estudiantes del Conservatorio para defender a su ciudad
de una nueva agresión.
Gracias
a gente como ellos, Santo Domingo sigue siendo una urbe dispuesta a sorprender
a los que a miran por primera vez. Ahora mismo en ella deben haber muchos como
Eid, que la están mirando con ojos de recién llegado y pueden advertir lo que
nosotros ya no vemos.
Ese es
un buen remedio para promover el sentido de pertenencia. Aunque llevemos 5, 10,
15 ó 20 años en ella, tenemos que empezar a mirarla como si aún estuviéramos
descubriéndola. Obviar los ruidos, el caos del tránsito, el exceso de
publicidad y los chistes de mal gusto del Alcalde.
Rompe
tu vieja relación con Santo Domingo y comienza de cero. Mírale a la cara y
enamórate de ella a primera vista. Bárrela como una escobita nueva. Disfrútala
como en esa etapa en que ninguno de los dos novios se encuentra defectos y todo
lo que hace el otro es riquísimo.
Mírala
como si no la conocieras, solo intenta eso.
3 comentarios:
Estimado Sr Venegas,
Soy una fiel lectora de los articulos sabatinos de la revista Estilos. Hoy mientras estaba en el salon lei su ultima entrega, por cierto me rei mucho con su descripcion de las obras de nuestro sindico.
Mi padre siempre que tiene oportunidad dice que vivimos en el mejor pais del mundo. Todos a su alrededor subimos los ojos y pensamos en los problemas a los que no tenemos que enfrentar a diario para tener una vida mas o menos aceptable. Pero si como usted bien dice, cambiaramos nuestra forma de ver nuestro pais y aprendieramos a amarlo hasta seriamos capaces de actuar y lograr algunos cambios para mejor!
Que tenga un buen fin de semana y gracias por compartir temas positivos.
Atentamente,
Rosalia Feris
Mi hermano, eso que relata no es privilegio de Santo Domingo. Si Eid Hirsh hubiese ido a São Paulo, una ciudad con más de 20 millones de habitantes, y pasease por la Avenida Paulista, donde se encuentran lo mayores rascacielos de América después de Estados Unidos, le hubiese pasado lo mismo, al bajar y ver un quiosco vendiendo coco frio. Eso mismo sucede en Brasilia y Rio de Janeiro, las tres ciudades donde viví por casi 18 años.
Y dijo Michel de Crayencour, el padre de Marguerite Yourcenar mientras ella lloraba: "No somos de aquí. Nos vamos mañana." Y su llandot cesó.
__________Cariños, Salvador Lemis.
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