A
los pocos días de haber conocido a Diana Sarlabous, acabamos caminando por la calle Obispo, en La Habana. Fue ella quien me convenció de volver a mi
país, con 10 años de más. Un viejo telescopio nos convidó a entrar en un raro bazar
de cosas inservibles.
Había
muchos libros deshechos por las polillas, fotografías de los últimos días triunfales (aquellos donde la revolución aún era revolucionaria), un batiscafo y hasta un viejo
refrigerador soviético. Entre todo aquello, que Eliseo Diego habría descrito
como un muestrario de maravillas, encontramos carteles de cine cubano.
Compramos
varios. Uno de ellos, el que hizo Eduardo Muñoz Bachs para el dibujo animado El bohío (Mario Rivas, 1984), acabó por
darle nombre al hogar donde nos mudamos cuando nos casamos. Nuestra
casa en Santo Domingo es, después de la estación de ferrocarril del Paradero de
Camarones, el lugar donde mejor he estado.
El
Bohío es un apartamento diseñado por Yuyo Sánchez, uno de los más admirables
arquitectos dominicanos. Hace unos días, conversando con él, descubrimos que
era un admirador casi fundamentalista de La Habana y de algunos de los
arquitectos que construyeron la cara moderna de la capital cubana (es decir, la
de los 50s y los 60s).
Más
de una vez me había preguntado por qué Diana y yo disfrutábamos tanto el espacio
donde vivimos (al punto que en ocasiones nos cuesta mucho trabajo salir de él).
La respuesta está en La Habana. Una serie de eventos afortunados hizo que El
Bohío resuma lo que somos o, mejor aún, lo que queremos ser.
Los
cuadros, los muebles, los cubiertos, las vasijas para beber el café, los
olores, la música, la luz, el silencio… Gracias a Yuyo Sánchez, a un cartel
encontrado por azar en la calle Obispo y los amigos que comparten este lugar
con nosotros, El Bohío es nuestra patria. No tiene bandera ni himno, pero
resume nuestra nacionalidad mejor que una declaración jurada.
No somos ni de aquí ni de allá, somos de El Bohío.
5 comentarios:
No lo he razonado tan cuidadosamente, pero algo muy similar me pasa con este apartamento en el que tienen su casa tú, Diana Sarlabous Sosa y nuestros amigos.
Con tu permiso, voy a compatir foto y comentario con mi vecina en Mérida, Teresita Ordoqui, que fue compañera de Muñoz Bachs, y con su hijo Eduardo Muñoz en Austin. Emotiva nota. Saludos.
El español es la patria que no te abandona, y más que el bohío, es Diana quien le da sentido a lo que escribe. Los quiero a los dos.
El español es la patria que no te abandona, y más que el bohío, es Diana Sarlabous Sosa quien le da sentido a lo que escribe. Los quiero a los dos.
Yo sigo de algún modo vagando. Mi bohío está en todas partes y hacia todas partes voy. Hora es ya de fincar y afincar el bohío en tierra santa. Gracias por ese rinconcito humeante y de exquisito gusto: algún día lo visitaré y me cobijaré bajo su yarey. Cariños, Lemis.
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