Hace
114 años que los cubanos construyen el muro del Malecón de La Habana. El primer
tramo llegó desde el Paseo del Prado hasta la calle Crespo y estuvo listo en
1902. En 1921, ya alcanzaba el Monumento al Maine (donde estaba el águila que
fue derribada para poner la paloma que nunca mandó Picasso).
En
la década de 1930 llegó hasta la Avenida de los Presidentes (el punto G del
Vedado). Luego, entre 1948 y 1952, se extendió hasta la desembocadura del río
Almendares. Sin embargo, al cabo de 8 kilómetros, nada indicaba que ese era su
fin. Simplemente daba una vuelta en redondo y se esfumaba dentro de un túnel.
Cuando
la revolución dividió a la familia cubana e impidió que sus ciudadanos viajaran
con libertad, el muro del Malecón comenzó a tener un nuevo significado. Se
convirtió en un cercado, en los balaustres donde los habaneros se aferraban
para mirar el horizonte del mundo exterior.
61
años después de su última ampliación, los cubanos le han dado continuidad al
muro del Malecón. Como en La Habana ya no se construye nada, prosiguieron 90
millas al Norte, del otro lado del Estrecho de la Florida, frente a la bahía de
Biscayne.
El
nuevo muro es usado para lo mismo. En el exilio también parece tener balaustres
y en ellos se aferran los que están del otro lado. Un cartel prohíbe lanzar
cenizas humanas sin antes consultar a uno de los sacerdotes de la Ermita de la
Caridad. Incluso después de muertos los cubanos son retenidos por el muro.
Fue
construido con la intención de que fuera un paseo marítimo, capaz de contener
al mar en uno de los puntos más fiero. Pero se convirtió en una frontera, en un
límite entre generaciones y generaciones de cubanos. Por eso aún se le
construye. De un lado o del otro, el cercado prosigue.
2 comentarios:
"Pero se convirtió en una frontera, en un límite entre generaciones y generaciones de cubanos. Por eso aún se le construye. De un lado o del otro, el cercado prosigue". CARAJO....
asere, tienes el brazo caliente!!!
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