La última noche que estuvimos en La Habana sucedió en casa de Odette
Pantoja. Por más que describa lo que ocurrió allí, nunca voy a poder medir su tamaño cierto, lo que en verdad significó
para nosotros. Me alivia saber que, según ella nos cuenta ahora, para los que
viven allá fue igual de inolvidable.
Anoche pasamos a buscar a Odette y al Yoyo por el hotel Embajador
y nos fuimos a la Zona Colonial de Santo Domingo. Aunque en el Mesón de Bari
pasaban un juego de la NBA y no se escuchaba ninguna música, volvimos a oír las
cosas que Carlos Varela, Polito Ibañez, Kelvis Ochoa y David Torrens cantaron
aquella vez.
Hablamos de muchas cosas, pero nunca pudimos salirnos de La
Habana. Odette nos dio la noticia de que Polito está grabando un disco
sinfónico. El Yoyo nos contó la próxima película de Pichi (que él acaba de ver
en un primer corte). Al momento de ir al baño, alguien recordó a Cuty y sus
impúdicas habaneras.
Cuando salimos del restaurant, mientras caminábamos por una calle
oscura de la ciudad primada, dimos con una pareja de alemanes que insultaba en
alemán a un viejo jeep que se negaba a ponerse en marcha. Pudiera decirse que
ahí acabó la noche.
El Yoyo, el alemán y yo corríamos detrás de aquel cacharro,
tratando de que la alemana lo pusiera en segunda y lograra arrancarlo. Las caras de Diana y Odette, desde la acera
de enfrente, describían mejor que nada aquella situación surrealista.
Estábamos a más de mil kilómetros de La Habana, pero todas las
circunstancias nos empujaban hacía ella. Debe ser por eso que en algún momento
busqué esas nubes donde se mezclan el olor de la Corriente del Golfo con el gas
de la calle.
Solo faltó que Santo Domingo nos complaciera en eso.
1 comentario:
Una noche encantadora, con gente encantadora. Gracias a Odette y Yoyo por compartir con nosotros.
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