En el primer capítulo de Los Sopranos, Tony le confiesa a su sicóloga que ha adoptado una familia de patos. Las aves llegaron al jardín del mafioso desde Canadá y él les ofreció el entorno de su piscina para que anidaran. Hizo que les construyeran, incluso, una rampa de madera para que bajaran al agua sin tener que saltar.
En una escena, la que más feliz se le ve en todo el episodio, se mete a la piscina con la bata de salir de la cama y le da de comer a la familia de aves. Habla con ellos, les promete una rampa de mejor madera si no les gusta la que tienen. Luego, en ese mismo capítulo, cuando descubre que los patos están levantando el vuelo para marcharse, sufre un colapso y se desmaya.
El fin de semana pasado, descubrimos que una cigüita (una pequeña ave que es muy común en toda la isla de La Española) se había metido en la casa y no encontraba cómo salir. Volaba hasta los cristales más altos y se lanzaba contra ellos. Para alcanzarla me vi forzado a caminar por una de las vigas, como un equilibrista. Cuando por fin la tuve entre mis manos y abrí una ventana para soltarla, ella se aferró a mi dedo índice con sus mínimas garras.
Estaba exhausta. Se mantuvo casi inmóvil, pero bien sujeta a mí, por un espacio de tiempo que me pareció enorme. Fue entonces que pensé en los patos de Tony Soprano. Levantó el vuelo de súbito y se hundió en el monte en cuestión de segundos. En ese momento entendí lo que sintió Tony en aquella escena. Perder por fin las cosas que de antemano sabíamos perdidas, provoca un sentimiento que muchas veces no se puede explicar.
En una escena, la que más feliz se le ve en todo el episodio, se mete a la piscina con la bata de salir de la cama y le da de comer a la familia de aves. Habla con ellos, les promete una rampa de mejor madera si no les gusta la que tienen. Luego, en ese mismo capítulo, cuando descubre que los patos están levantando el vuelo para marcharse, sufre un colapso y se desmaya.
El fin de semana pasado, descubrimos que una cigüita (una pequeña ave que es muy común en toda la isla de La Española) se había metido en la casa y no encontraba cómo salir. Volaba hasta los cristales más altos y se lanzaba contra ellos. Para alcanzarla me vi forzado a caminar por una de las vigas, como un equilibrista. Cuando por fin la tuve entre mis manos y abrí una ventana para soltarla, ella se aferró a mi dedo índice con sus mínimas garras.
Estaba exhausta. Se mantuvo casi inmóvil, pero bien sujeta a mí, por un espacio de tiempo que me pareció enorme. Fue entonces que pensé en los patos de Tony Soprano. Levantó el vuelo de súbito y se hundió en el monte en cuestión de segundos. En ese momento entendí lo que sintió Tony en aquella escena. Perder por fin las cosas que de antemano sabíamos perdidas, provoca un sentimiento que muchas veces no se puede explicar.
7 comentarios:
Como siempre, ¡una bestialidad de las tuyas!
Creo que por fin entiendo tu actitud hacia Cuba...
Asere, este es uno de los post que más me ha gustado de todo el blog.
Camilo, ya sabía que un dia harias esta gran DECLARACION a los patos!!! jajajaja, excelente chiquito.
Kami, excelente, se de tu sensibilidad, sorprende como la defiendes y mantienes, un abrazo
Es verdad, bestial el post, da gusto, yhanks.
Antes de morir, por teléfono, mi abuela me prometió ir volando hasta donde yo estaba exiliado...
El día en que murió (descansó del horror insular) una palomita torcaza hizo un nido justo en mi ventana. Cada año regresa y no sé si es la misma: pues no sé cuántos años viven las torcazas. Yo la llamo por el nombre de mi abuela y le doy arroz. Ella me mira con ojos tristes: para ella debo ser un palomo atrapado sin alas para regresar al cementerio del pueblo, donde se consumen sus restos. Lejos, lejos. Allá.
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