El régimen cubano está dispuesto a mantener el monopolio del
engaño a cualquier precio. Por eso se ha visto en la necesidad de proteger, con
“¡una marca de agua !”, los sobres de plástico donde
se mezclan media onza de café con media onza de chícharo (guisante). En esa misma porción, es decir, una onza por persona, son distribuidas a través de la libreta de racionamiento.
Los sobres “muestran la fecha de vencimiento y una marca de
agua, que prueba su autenticidad, para así proteger al consumidor de esos
revendedores o fábricas clandestinas, que —sin importarles la salud de la
gente— agregan al café más chícharo de la cuenta”, ha dicho un funcionario.
Por cosas como esas, Marcel Duchamp pidió que lo sacaran de
La Habana en el primer avión que levantara el vuelo rumbo a Europa. Surrealismo
aparte, ese es uno de los síntomas que la dictadura ha logrado traspasarle a la
“sociedad civil” (en Cuba no hay manera de escribir esas dos palabras sin
comillas).
A ciertos intelectuales y escritores que viven dentro de la
isla les pasa algo parecido. Se ven precisados a mantener el monopolio de la
palabra y de las ideas cuando de su país se trata. Por eso se atrincheraron en
los medios tradicionales y se han conjurado con la dictadura para atacar o
descalificar toda voz que disienta o se exprese por cualquier vía que no sea estatal.
Ellos necesitan, por instinto de conservación, mantener el
monopolio y asegurarse de que las cosas que producen tengan la marca de agua que
las oficialice, aunque su contenido sea tan confuso como un sobre de plástico con
un 50% de café y un 50% de chícharo.
2 comentarios:
oye camilo cuenta esto de marcel duchamp, que paso cuenta la historia
¿Hasta cuándo to'a esa mierda??? Lo que mis abuelos no entendían es por qué no podían ir y comprar un saco de arroz y otro de frijoles y otro de café cuando les diera la gana.... Ni pude explicárselos.
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