El post “Mis azares no son tus causas” ha provocado una extraña controversia donde, como pocas veces, se han unido los dos extremos de la reacción cubana. Las airadas respuestas que han enviado las más recalcitrantes criaturas de ambos bandos, son una eficaz ilustración del viacrucis al que ha sido sometida la figura martiana.
Al busto de Martí de la escuela del Paradero de Camarones le falta la nariz. Es el mismo de mi infancia. Solo que ahora está de espaldas a la trayectoria del sol (lo movieron cuando construyeron una poceta de ladrillos para que pudiéramos echarle flores a Camilo Cienfuegos. No hay ríos en mi pueblo). Es muy probable que esa cabeza de yeso, embadurnada con cal viva, fuera la primera en enseñarme lo caricaturesca y vana que puede ser la adoración incondicional.
Cuando estaban ensamblando la estatua de Martí que presidiría la Plaza Cívica (Plaza de la Revolución desde 1959), apuntalaron la cabeza por los ojos para que no se fuera de boca. La foto de ese momento del proceso de trabajo adquiere hoy un significado que en aquel momento no tuvo. Eso pasa cuando a las cosas se le endilgan más significados de los que realmente tienen.
Leo a Martí a menudo, pero no como un Apóstol ni como un héroe o como un autor intelectual de nada, lo leo como leo a los escritores que más me gustan. Solo así es que puedo disfrutarlo, alabarlo, refutarlo o negarlo. Si lo viera como un objeto de culto no me serviría de nada, pues se convertiría en un busto sin nariz, en una cabeza con dos estacas clavadas en los ojos.
Desde su inxilio gaditano, Mabel Caballero me ha enviado una suerte de posdata para este post. Con Mabel compartí, en el ya lejano 2000, mesa de trabajo en la redacción de El Caribe. Ella me enseñó casi todo de lo poco que sé de periodismo; yo, si acaso, le inculqué alguna de mis pasiones literarias.
AQUELLOS OJOS VERDES
José Martí se pasó semanas con los ojos inyectados en spray. Algún gracioso, que seguro que no había leído "Los zapaticos de rosa" (o tal vez porque lo había leído) le roció la mirada con una espuma verde. A mí me parece que le quedaba bien ese aire de zombie. Libre ya del líquido fosforito, ahora luce excrementos de paloma. Es inevitable. Pasa allí muchas horas sin moverse.
Martí duerme en Cádiz al lado de un árbol enorme y de otra estatua, la de Juan Pablo Duarte, que aún está entera. El día menos pensado, con tantas horas que pasan a solas, se harán amigos.
Mabel Caballero
7 comentarios:
te acabo de poner un comentario en el otro post y ahora veo que has subido este. Elegante tapabocas, preciosa estocada a los espadachines (se dice así?) de la intolerancia. Te felicito una vez más amigo.
También felicito, uno no puede leer de otra forma.
¡saludos!
Exactamente, mijito.
Me quito el sombrero, maestro, le han partido la siquitrilla a esos talibanes.
Excelente Camilo...Muy valiente de tu parte. Es el tipo de opinion (la cual comparto) que puede generarte enemigos de todo ambas partes del conflicto, lo cual no deja de ser gracioso.
Menos mal que no te dio por hablar de Pepe Ginebrita y otras cosas que deciamos del Apostol cuando los maestros no estaban en el aula.
Siempre un gusto leerte. Saludos,
Arnaldo L.
Exactamente, esto no es no hay otra opción ni otra castidad, ni otra dirección ni otro partido que no sea resistir hasta las moscas, esto es un blog personal, y hasta si un día te equivocas puedes darte ese lujo, porque es tu bitácora y tus ideas son como las líneas del tren, van y vienen en sentidos opuestos, un abrazo.
A que no te acordabas de este cartelito escrito en una taquilla, en el dormitorio de la ENIT:
"Y dice un mariposo
que vio en el consolidado
guardados y bien cuidados
los zapatos de Matoso"...
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