
Fuera de Cuba han opinado todos los que han querido. Dentro de Cuba lo han hecho algunos entre los poquísimos que tienen acceso a Internet y dicen lo que piensan aun cuando saben que allí, como dice la canción de Drexler, “nada es secreto en los vericuetos de la informática”. Los criterios de Paquito D’Rivera en ese “diálogo” han provocado que al menos dos personas (hasta donde me consta) le pidieran al músico que los borrara de su lista de contactos.
Uno de ellos me pidió lo mismo hace unos meses, a propósito de un post que escribí sobre El regreso del idiota, el libro de Plinio Apuleyo Mendoza, Álvaro Vargas Llosa y Carlos Alberto Montaner. Al pedirme que no le enviara ni un email más, el individuo argumentó que “él no podría leer ni una página de esos tres miserables”. El azar quiso que Montaner lo mencionara pocos días después, en un artículo donde hacía una relación de las tendencias y los nombres que no podían faltar dentro de una Cuba donde se incluyeran las ideas de todos los cubanos.
Uno de los discos más inolvidables de la música cubana de cualquier época es Master Sessions, Vol. 1. En ese inmenso tributo que Andy García le “orquestó” al célebre contrabajista Cachao López, hay también un homenaje a Paquito D’Rivera. “Paquito, Paquito, síguelo si puedes... ¡Allá tú!”, dice un coro mientras el genial saxofonista hace de las suyas. Hoy en la mañana me di cuenta de que todos me miraban azorados, sin entender por qué gozaba tanto dentro de mi carro.
Nada, es que estaba recordando todos esos incidentes, mientras avanzaba muy lentamente entre una larga fila de vehículos, a solas con mi iPod y un corito que decía: “Paquito, Paquito, síguelo si puedes... ¡Allá tú!”.