Primero de enero, 1959, 6:00 a.m. Me despierta mi hermano, 4 añitos. “¡Blanqui, levántate que se cayó Batista!” Aún medio dormida, “¡Muchacho, cállate, que te van a oír!” Se fue la vida, se fue la quimérica nación que apenas recuerdo. Medio siglo después, aún los cubanos soñamos con la vida.
Blanca Acosta (La Habana, 1950)
Al tratar de poner en cincuenta palabras todo este tiempo a caballo entre política burda y política cultural, viene a la mente el título de aquella rara película de Soderbergh que vimos en uno de los ciclos de cine alternativo de la Casa del Joven Creador: Sexo, mentiras y videos.
Odette Alonso (Santiago de Cuba, 1964)
Un despelote iniciado con la revuelta de 1933 y llegado al clímax, climaterio, en enero de 1959 con su cohorte de delincuentes barbados. Una vuelta en el tiempo en que el hombre nuevo castrista entronca, de ahí su aceptación internacional, con el hombre sin atributos que prevalece hoy en Occidente.
Armando de Armas (Cienfuegos, 1958)
Un proverbio islámico, atribuido a Alí el León, yerno de Mahoma, refiere una tríada irreversible: la flecha disparada por el arco, la palabra pronunciada con precipitación, y la oportunidad perdida. La tríada resume el arraigo místico de un Dios cincuentenario, hecho “con esa sustancia con la que amasamos una estrella”.
Luis Beiro Álvarez (Santiago de las Vegas, 1950)
A muchos nos han hecho creer que existe una Revolución Cubana, próxima a cumplir 50 años de edad, cuando el proceso de 1959 fue sustituido hace décadas por una sociedad posrevolucionaria y totalitaria. Lo que conmemoran es el cincuenta aniversario del ascenso de Fidel Castro al poder absoluto y permanente.
Juan Antonio Blanco (La Habana, 1947)
No juzguemos lo que fue y ya no es ni será. Cuestionar es fácil. Equilibrio. No nos quedemos en lo contemplativo. ¿Qué hicimos? ¿Qué estamos haciendo? Sobran las palabras. Faltan los hechos. Obremos. El tiempo nos comerá 50 años más escribiendo lo mismo. Démosle a nuestros hijos la otra Revolución.
Roberto Cavada (Ciego de Ávila, 1971)
Las pesadillas no llegan nunca de un mundo ajeno, sino de nuestro mundo interior. El arco que disparó la flecha que nos hirió fue tensado en nuestra propia conciencia. Idolatría y odio fueron materiales con los que construimos el altar y el trono donde elevamos al hacedor de nuestras miserias.
Ariel Hidalgo (Antilla, 1945)
Ha sido como un sueño. El sueño de esperar lo que ya nunca volvería a ser. La familia no volvió a ser la misma, las conversaciones mudaron de temas y los hijos se fueron, o se fueron los padres, los tíos, los abuelos. La niñez quedó abruptamente interrumpida por decreto.
Juana de los Milagros Díaz (La Habana, 1951)
Las palabras no son años. En cincuenta años caben la ilusión y el desengaño, la renovación y el estancamiento, la solidaridad y la traición. En cincuenta palabras sólo la voluntad de no renunciar al pedazo de sueño que cada uno pudo construir. ¿La patria? La patria está donde yo esté.
José M. Fernández Pequeño (Bayamo, 1953)
Durante medio siglo creí, milité, dudé, disentí, disidí y me convertí en extranjero. En consecuencia, pienso que habrá que componer nuestro país roto, reunir en paz sus retazos dispersos y comenzar a militar, dudar, disentir, disidir y ser extranjero, pero esta vez con libre albedrío, propiedad privada y tolerancia infinita.
Antonio Gómez Sotolongo (Aguada de Pasajeros, 1954)
Parecen siglos metidos en un paréntesis entre la esperanza y la nada. ¿Cuánto más tendremos que esperar? Lo que realmente nos sobrevivirá será un pasaje histórico contado en dos párrafos. La ironía estará en la necesidad de explicarles a nuestros nietos el dolor del desarraigo, las miserias y los muertos.
Luis G. Ruisánchez (Pinar del Río, 1952)
Si tuviera que definir la dictadura de los Castro, y se me permitiera usar sólo una palabra por cada año de sufrimiento, como se exige en este ejercicio de autoconmiseración, siempre tendría el temor de haber olvidado la palabra que pudo definir la desgracia de alguien. MUERTE sirve a todos.
Heriberto Hernández (Camajuaní, 1964)
Desde el narcisismo, la crueldad y la ausencia de grandeza, nos dividió entre buenos y malos cubanos. Fomentó, en orillas enfrentadas, odios, rencores y confrontaciones. Cuando nos despertemos y él dinosaurio por fin no esté allí, habrá reencuentro, reconciliación y un país con todos y para el bien de todos.
Pedro Ramón López (Santa Clara, 1945)
Es cierto, ya son cincuenta años de historia, no inventada por los que como yo tenemos, o rondamos, los sesenta y tantos, pero vividos y sufridos. Y mucho. Ojala que el futuro sea de regreso a la democracia y que nuestros nietos no tengan que denostar de su pasado. ¿Cuál?
Rubén Martí (La Habana, 1946)
Desubicados en el tiempo, en el espacio y en el yo. Síntomas típicos de una conmoción cerebral. Crecimos atados los unos con los otros y nos vimos los unos contra los otros. Identificados como los hijos de una madre enferma que nos dejó nacer y luego no supo como alimentarnos.
Ana Zilma Miranda (La Habana, 1964)
La revolución cubana pone fin a una vieja superstición muy arraigada desde el inicio de la república: la perniciosa creencia en que un día vendría un mesías rodeado de arcángeles a salvarnos de todos los males. Sobrevino la catástrofe, y con ella, y con la experiencia terrible, la dolorosa madurez.
Carlos Alberto Montaner (La Habana, 1943)
Enero de 1959 marcó el fin real de mi infancia. No sólo se vino abajo la esencia vital del mundo en que vivía −en absoluto hijo de una familia acaudalada−, sino por vivir en Camagüey, la provincia cubana más temida y odiada del nuevo déspota, todavía velado en esos días.
Iván Pérez Carrión (Camagüey, 1948)
Cuando nací la mayoría estaba en el andén esperando el tren de los sueños. La interminable angustia les enseñó que jamás verían llegar el humo de la locomotora. Ahora la estación es una casa vacía donde habitan algunos locos que gritan al mundo ser perfectos. Sólo son fantasmas que espantan.
Ángel Santiesteban-Prats (La Habana, 1966)
La Revolución Cubana encarnaba en 1959 el sentimiento de justicia social anhelado por el pueblo, lo que haría posible que todos los caminos se abrieran para el bienestar y felicidad de los cubanos. Pero sin embargo, en estos cincuenta años ha cerrado todas las puertas... hasta la de la esperanza.
Raúl Varela (La Habana, 1945)
El problema de los sueños es que suceden cuando uno está dormido. El problema de la revolución cubana es que continuó cuando nos despertamos. Algún día habrá que buscarle otro nombre al período de tiempo que sobrevino a la gesta, ese donde la gente perdió hasta la más mínima esperanza.
Camilo Venegas (Paradero de Camarones, 1967)
2 comentarios:
Excelente la recopilación, brother. Feliz fin de año... y que tengamos suerte el año que viene.
Un abrazo,
Cuando Cuba cambie tu deberias dirigir un periódico asi sea en el paradero de camarones. Me fascina tu inteligencia.
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