(Escrito para la columna Como si fuera sábado, de la revista Estilos)
En los años 80 del siglo pasado el periodismo en Cuba se había convertido en un oficio muy pedestre. La censura y el totalitarismo acabaron con una tradición de la que formaron parte José Martí, Alejo Carpentier, Gastón Baquero y Juan Bosch, entre muchos otros grandes escritores de Iberoamérica.
En los años 80 del siglo pasado el periodismo en Cuba se había convertido en un oficio muy pedestre. La censura y el totalitarismo acabaron con una tradición de la que formaron parte José Martí, Alejo Carpentier, Gastón Baquero y Juan Bosch, entre muchos otros grandes escritores de Iberoamérica.
De
pronto, en medio de aquel páramo, un joven recién graduado de la Escuela de
Letras comenzó a publicar una serie de reportajes admirables. Sus textos se
convirtieron en una prueba de vida de un género que se creía extinto. Se
llamaba Leonardo Padura y escribía de cosas desaparecidas o a punto de
desaparecer.
Justo
en 1988, publicó un reportaje que me carcomió de envidia. A los hombres de mi
familia, tanto los Venegas como los Yero, les fascinaba hablar del mundo del
ron. Curiosamente, siempre lo hacían en pasado, como si se tratara de algo que
ya no se podía recuperar.
A
página entera, con lujo de detalles, el jovencísimo Padura logró contar una
historia vedada en mi país: la de Facundo Bacardí, un catalán que había nacido
en el pueblo de Sitges. Más de una vez le dije a Leonardo que hubiera querido
escribir esa página.
Entonces
no sospechaba que el azar me tenía reservada una sorpresa. En el 2000 vine a
vivir a República Dominicana y, gracias a Freddy Ginebra, conocí a la familia
que producía uno de los símbolos más genuinos del carácter y la alegría de los
dominicanos: Ron Brugal.
Curiosamente,
Don Andrés Brugal Montaner también había nacido en Sitges y vivió durante
varios años en Cuba. Para colmo de casualidades, justo en el año en que Padura
publicó su reportaje, Brugal cumplía un siglo. Tenía, delante de mí, la oportunidad
de vengarme.
Durante
estos 14 años, por razones de trabajo, he tenido el privilegio de conocer de
cerca a los maestros roneros de la cuarta y la quinta generación de la familia
Brugal. Junto a ellos he recorrido la Destilería de San Pedro de Macorís (donde
las melazas dominicanas se convierten en un destilado de culto) y las bodegas
de Puerto Plata (¡las más grandes del Caribe!).
En
cada conversación, he ido armando el gran rompecabezas de una leyenda que
comenzó a finales del siglo XIX, cuando don Andrés Brugal desembarcó en
La Española y tuvo un amor a primera vista con la Novia del Atlántico.
Hoy
Ron Brugal es la marca más internacional de República Dominicana, con presencia
en más de 40 países de los 5 continentes. Pero donde más se disfruta es en su
país de origen, donde ha sido testigo de excepción de cada fiesta que han
celebrado los dominicanos en los últimos 126 años.
Cuentan
sus descendientes que don Andrés era un hombre terco, incansable y emprendedor.
Solo así pudo llevar adelante su sueño de hacer un ingenio, al que llamó Cuba,
para destilar su propio ron, el más suave y mejor de todos cuantos se habían
hecho jamás.
Son
sus tataranietos y los hijos de sus tataranietos los encargados de salvaguardar
el legado que él fundó. Hace unos días, mientras conversaba con Fernando Ortega
Brugal —el célebre don Nano— y su hijo Gustavo, repetí una pregunta que Padura
también hacía en su reportaje.
“¿Cuál
es el verdadero secreto?”, inquirí. Padre e hijo están tan convencidos de la
respuesta que la dijeron al mismo tiempo: “¡La familia!”. “Brugal es el único
ron del Caribe que se sigue produciendo en el lugar donde se fundó y por descendientes
de su fundador”, agregó Gustavo.
Sigo
envidiando a Padura por muchísimas razones literarias, pero creo haber
reescrito varias veces el reportaje que él publicó en 1988. La única diferencia
es que los míos tienen un final feliz. Hablo de un legado que nunca se ha
movido de su lugar y que acumula 126 años de éxitos.
No pierdo la esperanza de ir con Leonardo Padura
a Puerto Plata. Él también es un gran conocedor del mundo del ron y sé que los
disfrutaría mucho. Aunque le temo a la posibilidad de que al final se le ocurra
escribir un reportaje.
2 comentarios:
Estas haciendo la verdadera historia de cuba ,siga no se detenga ,felicidades Fogonero .Honrar honra!
Camilo aqui barriste,ni con cuatro "palos" adentro te alcanzan.
E P G
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