—Personas como tú y yo, merecíamos haber nacido en un país donde cayera nieve —me dijo un día, después de ver una película de Bergman.
Su negativa a vivir en la realidad, su obsesión por permanecer en las nubes, me hizo entender al acto creativo de otra manera. A lo mejor hubiera acabado escribiendo, pero empecé a escribir porque él me hizo entender que yo era, fundamentalmente, un escritor.
A él le debo, entre muchísimas cosas que son esenciales para mí hoy, la primera lectura de Orlando, la novela de Virginia Woolf. Fue el primer regalo que me hizo y ese libro, como él, me cambió la vida.
Nos vimos por última vez a finales de los años 80, pero todo lo que me enseñó me ha seguido influyendo. Nunca dejaré de aprender de Salvador Lemis. Siempre buscaré sus lecciones lejos de la realidad, entre las nubes.