Cuba, esa Cuba que tantos esperamos, empieza a ser deseada por cada vez más gente. Suelo sufrir crisis de euforia y por eso ahora me contengo, pero aún así se me hace difícil administrar el entusiasmo. Hace unos días el poeta Aramís Quintero, quien vive en Chile como si fuera una isla varada en la Cordillera, me recriminó tanto optimismo. Con cariño, cuidando de las palabras como si siguiera escribiera en versos, me confesó sus pesares.
Admito que no será fácil, pero es que ya hemos llegado tan lejos con la falta de esperanza, que debe estar cerca el momento en que el péndulo regrese y nos devuelva el entusiasmo a todos. Ver a Carlos Alberto Montaner dando la cara por Pablo Milanés es, sin dudas, una buena señal. Oír a Pablo confesando que ya no es fidelista y que está dispuesto a cantarle a las Damas de Blanco, es un aviso muy alentador.
Hoy, en el periódico El Mundo, Joaquín Sabina por fin dijo lo que pensaba del tema: “Para la gente de mi edad la revolución cubana fue una luz que con el tiempo hemos visto como se iba apagando. Tengo mucho respeto para el exilio cubano. Sufrimos con sus penas y con sus problemas. Nos preocupa lo que les pasa. Y te lo digo desde el punto de vista de la esperanza de la gente, no solo desde la política”.
Pero la frase más valiente de Sabina llegó en la respuesta menos esperada. Cuando le preguntaron si había seguido el movimiento del 15-M, habló en nombre de su generación: “Estamos esperando que surja un 15-M en Cuba. Que la gente salga a la calle y diga qué es lo que no le gusta”, dijo.
Ey, Sabina, ten cuidado con la nicotina de los que se siguen fumando esos mitos. Vas a tener que enfrentarte a un vendaval parecido al que sufre Pablo en estos momentos.
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