El ferrocarril llegaba hasta Cumanayagua, que está a mitad de camino entre el Paradero de Camarones y Manicaragua, el pueblo donde vivía mi padre. En vacaciones, mis abuelos me subían al Mixto y Serafín me esperaba en aquel andén donde el tren entraba retrocediendo. Cuando llegaba el día de volver, mi padre siempre tenía una larga conversación con Armando Hernández, el jefe de estación.
El interior de aquella oficina parecía una sala de museo. El orden era tan estricto, que las cosas no parecían tener uso. La carretilla, la romana, el boletinero, los teléfonos, los faroles, los arcos y las banderas permanecían inamovibles. Pero lo que más me llamaba la atención era la vitrina, en cuyos vidrios se exhibían fotos de trenes inmensos que atravesaban paisajes increíbles.
Poco antes de jubilarse, Armando Hernández se construyó una casa en las afueras del pueblo y abandonó la estación. Gracias a un amigo ferroviario, pude entrar otra vez en aquel salón donde pasé tantas horas de mi infancia. Todo estaba intacto, nada había cambiado allí adentro. Meses después, el ramal Cumanayagua fue demolido y la estación clausurada de manera definitiva.
Fue entonces que entendí la decisión de Armando Hernández. Él se marchó para no ser testigo del derrumbe, quiso que en manos de otro se perdiera lo que él había salvado con semejante esmero y por tanto tiempo.
1 comentario:
Camilo maravilloso tú recuento con datos sobre las locomotoras que han recorrido las vías cubanas.
Oye dime algo, porque se usaba el nombre de "Tren lechero"? Es que tenía algo que ver con el transporte de ese alimento?
Has podido conocer sobre el desarrollo del ferrocarril en tú nuevo entorno? Que diferencias tiene con el nuestro?
Gracias y sigue publicando que te seguimos leyendo. :)
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