Un proverbio asegura que hay que perder la mitad del tiempo para emplear la otra mitad. No hacer nada es aprender a hacer algo. La vida moderna, ese día a día que circula a toda velocidad por oficinas, aeropuertos y ciudades intransitables, genera una acción compulsiva. Por eso cada vez hay más y más gente que no sabe qué hacer cuando no está haciendo nada.
Las librerías suelen dedicarle estantes enteros a libros que enseñan a aprovechar el tiempo. Especialistas de toda calaña consumen incontables páginas en buscar fórmulas para que los individuos se organicen. Ensayos, ejercicios y terapias proponen entrenamientos para que no se desperdicie ni un minuto de la preciada jornada.
Otro proverbio, igual de antiguo, asegura que el tiempo es oro. Generalmente, esa sentencia se utiliza cuando se quiere conminar a alguien a que lo use de la mejor manera posible. Movido por esa idea, Francis Bacon dijo una vez que “un joven en años puede ser viejo en horas, si no ha perdido el tiempo”.
Cuando no se hace nada se puede reparar en cosas para las que regularmente no se tiene tiempo. Se descubren cosas que nunca antes se habían visto, se percibe el día de una manera totalmente distinta. Por eso es bueno de vez en cuando cruzarse de brazos, porner los pies en alto y tener el valor de dormir una siesta.
No hacer nada no solo es un placer indescriptible, cuando se hace de la mejor manera puede convertirse en un tipo de arte.
1 comentario:
Buen post, el arte de no hacer te relaja, te quita esa idea de andar a prisa, y detienes todo para verte a tí, un poco como mereces
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