No recuerdo que un moribundo causara tantas incógnitas ni incertidumbres. Nunca antes la opinión pública estuvo tan pendiente de la respiración de un individuo. Pero más temprano que tarde sólo ocurrirán dos cosas: En Cuba, unos pocos lo lamentarán y la inmensa mayoría tendrá que decir la frase en voz muy baja: “¡Al fin!”. En Miami, donde la vida es un carnaval, lo más seguro es que se desate uno.
Después de presidir la vida cubana por medio siglo, el legado de Fidel Castro está en ruinas. La esperanzadora revolución que inició en 1959, luego de encabezar una rebelión que derrotó al dictador Fulgencio Batista, fue envejeciendo a la par de su líder y ahora es una anciana igual de decrépita.
Las de los gatos son siete, pero Fidel y su Revolución, por más cuentas que saquen, apenas tienen una. Muchos apuestan a que es casi imposible que sobreviva a su creador, otros se reservan su pronóstico y muy pocos vociferan que también es inmortal. Pero el pueblo cubano es quien dirá la última palabra. El día en que por fin pueda abrir la suya, él le tapará la boca a todos los que han estado hablando en su nombre.
Después de presidir la vida cubana por medio siglo, el legado de Fidel Castro está en ruinas. La esperanzadora revolución que inició en 1959, luego de encabezar una rebelión que derrotó al dictador Fulgencio Batista, fue envejeciendo a la par de su líder y ahora es una anciana igual de decrépita.
Las de los gatos son siete, pero Fidel y su Revolución, por más cuentas que saquen, apenas tienen una. Muchos apuestan a que es casi imposible que sobreviva a su creador, otros se reservan su pronóstico y muy pocos vociferan que también es inmortal. Pero el pueblo cubano es quien dirá la última palabra. El día en que por fin pueda abrir la suya, él le tapará la boca a todos los que han estado hablando en su nombre.
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