En un mundo que ya dejó bien atrás las promesas del siglo XX, este libro traza el recorrido de un viaje hacia el futuro que nunca llegó a la estación terminal. Camilo Venegas ha escrito una carta de porte —el documento que antes acompañaba a los bultos en tránsito— para declarar el contenido emocional y simbólico de un envío generacional: lo que se conserva, lo extraviado, lo que jamás llegó a despacharse.
Estos poemas, que atraviesan décadas y geografías con una voz íntima y contenida, cierran un tríptico iniciado en Estación del Norte y Extraños. Con su habitual precisión lírica, el autor registra pérdidas y hallazgos, convicciones y traiciones, en versos que no sólo hacen constar una vida, sino que también se despiden.
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Imagen tomada de Cuba Material. |
NEVA
Con nombre de río y un filo
impredecible,
aquella cuchilla negra
empezó a cortarle
lascas al lunes.
Lo hacía con el mismo
cuidado que se le saca
punta a un lápiz.
Pusiste tus manos
hacia arriba
para que fueran
cayendo en ellas
las virutas de la tarde.
Olía a madera, a lluvia
y eran los últimos
días de abril.
Aunque faltaban
cuatro años
para que Leningrado
se volviera a llamar
San Petersburgo,
ya todo parecía estar
llegando a su fin.
Por eso,
mientras nos veíamos
reflejados
en el oscuro espejo
de aquella hoja,
empezamos
a despedirnos
de cada cosa
que teníamos
a nuestro alrededor,
luego lo hicimos
de nosotros mismos.
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