Enrique Ponce tomó la alternativa el 16 de marzo de 1990, de manos de Joselito, en Valencia. Se despide 34 años después. |
Recuerdo con lujo de detalles la primera corrida a la que asistí. Plaza de toros Monumental de México, lunes 5 de febrero de 1996. Ese día se celebraba el 50 aniversario del mayor coso del mundo. El rejoneador Ramón Serrano y los matadores Manolo Mejía, Jorge Gutiérrez y Enrique Ponce se enfrentaron a toros de Xajay.
Mejía, Gutiérrez y Ponce regalaron un toro cada uno, en total fueron lidiados 10 en aquella fría tarde en la que también aprendí a beber vino de una bota. Mis amigos se sorprendieron de que, siendo cubano, lo entendía todo. Les expliqué que se lo debía a mi abuelo Aurelio y a las historias que me contaba de su ídolo Manolete.
Ante el silencio absoluto de 50 mil personas, fue sobrecogedor escuchar la respiración de Siempre Vivo, el primer toro al que se enfrentó Enrique Ponce, quien iba vestido de tabaco y oro (ese detalle lo leí al día siguiente en las crónicas de la prensa, las que conservé por mucho tiempo).
Fue una tarde de pañuelos blancos, orejas cortadas y vueltas al ruedo. Pero lo que más me impresionó fue el silencio. Ese profundo respeto que la multitud profesaba, tanto por los toros como por los matadores. Con Miracielo, Ponce tuvo que saludar a todo el tendido. Luego regaló Palomo y ya la plaza fue suya.
El próximo sábado, Enrique Ponce se despedirá de Madrid en Las Ventas. Darme la oportunidad de estar allí, es uno de los mayores regalos que me han hecho. Recuerdo que al final del 5 de febrero de 1996, en una fiesta, alguien me preguntó algo sobre Cuba y no se supe qué responder.
“Hay que esperar a mañana —le advirtió una amiga mexicana—, esta noche él sólo habla de toros”. Esa frase se quedó como burla en el grupo. La repetían cada vez que yo demostraba mi incapacidad de abandonar, durante una conversación, un tema que me apasionaba.
Le hago esa advertencia a Diana. Y a Miguel Grillo y Rebeca Núñez, los entrañables amigos que nos invitaron a la despedida de Enrique Ponce. Al final del sábado 28 de septiembre de 2024, sólo podré hablar de toros.
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