05 febrero 2021

El aparato de Flit


Mi padre, Serafín Venegas Nodal, vivió gran parte de su vida solo. En su pequeña casa de Manicaragua, apenas tenía la cómoda que había sido de mi madre y un escaparate. En esos dos muebles cabían todas sus pertenencias y algunos pocos recuerdos de la época en que, presumiblemente, había sido del todo feliz.
Aunque no les daba la más mínima importancia a las cosas materiales, cuidaba con mucho celo de sus avíos de pesca y de sus herramientas. Casi todas eran Stanley (por eso hoy mis martillos, destornilladores, alicates, seguetas y cintas de medir son de esa marca).
Había una cosa más que cuidaba con mucho celo: su aparato de Flit. En una pequeña lata, con un solado de plomo que conservaba los dos pies, guardaba el insecticida. Aunque tenían más de 20 años, parecían nuevos. La semana de vacaciones que me pasaba en su casa, yo me hacía cargo del aparato de Flit.
Siempre cenábamos en El Cochinito, un ranchón que había en las afueras del pueblo, junto al rodeo. Nunca más he dado con el olor de aquellos bistecs a la plancha. Mientras yo terminaba el dulce de calabaza china (otro sabor que no olvido de Manicaragua), mi padre se bebía un último ron.
En el camino de regreso me contaba los planes para el día siguiente, que siempre consistían en subir al Escambray. Lo que variaba era el rumbo: Jibacoa o el Hanabanilla. Por último, me preguntaba si había rellenado el tanque del aparato de Flit. Le encantaba delegar esa responsabilidad en mí.
Cuando llegábamos a la casa, él se lanzaba sobre la cama y se dormía en el acto. Era más alto de lo yo llegué a ser y pesaba 140 libras. Parecía un barco encallado sobre aquella cama de majagua que hizo él mismo. Entonces empezaba mi batalla contra los mosquitos. No dejaba ni uno.
—¿Sentiste algún mosquito anoche? —Me preguntaba en cuanto nos despertábamos.
—¡Ni uno! —Le respondía.
—¡Ese aparato de Flí es el caballo! —Expresaba con orgullo, mientras abría la puerta para que la mañana entrara en su pequeña casa.

2 comentarios:

salva33125 dijo...

Llevamos uno a 7mo al aula, le pusimos agua y fumigamos el trasero de la profesora de Matematica,era su primer año, ni hablar del castigo a todo el grupo y de mi tia reclamando el aparato de flit. Jjjjjjkk

Anónimo dijo...

Hola Camilo, describes exactamente el cuarto de tu padre, no te conozco ni tu a mi; pero tenemos en común a Camilo(tu papá), vecino de al doblar de la casa y el cual todos los muchachos de mi generación recordamos por sus cuentos, sentado en la esquina de Dausi así como su cómoda a la entrada del cuarto y sus artes de pesca e incluso quiero recordar el número de su taxi lada 1200 creo que el 28.