24 marzo 2020

Gracias, Juan Padrón

Aunque Tocororo Macho y Jutía Dulce no aparecen en ningún mapa de mi país, son dos lugares esenciales de nuestra geografía. En ellos ocurren las aventuras de Elpidio Valdés. Gracias a ese personaje, mi generación tuvo al menos un superhéroe durante la infancia.
Juan Padrón, el padre del coronel Valdés, acaba de morir en La Habana. Además de crear personajes que permanecen, de la manera más entrañable, en nuestra memoria emotiva, Padroncito (como le llamaban sus colegas) acabó convirtiéndose en uno de los genios del cine cubano.
Dos largometrajes suyos, Elpidio Valdés (1979) y Vampiros en La Habana (1985), están entre las mejores películas cubanas de todos los tiempos. Si a ellas se le suma Elpidio Valdés contra dólar y cañón (1983), se tendrá a un realizador con una obra comparable a la de Tomás Gutiérrez Alea y Fernando Pérez.
Quienes me conocen bien, saben de mi fanatismo por Elpidio Valdés y de mis constantes citas a las películas y los cortos. Una de mis escenas preferidas es esa donde la novia de Elpidio trata de salvarlo a lo Indiana Jones. Pero le falla la puntería y el latigazo acaba dándoselo en la cabeza al coronel Valdés.
Siempre que Diana trata de ayudarme y algo sale mal, le repito el “¡Ñó, María Silvia, vieja!”. Cuando supe que había caído, me fui a YouTube y me puse a ver aventuras de Elpidio. Los que nos hicimos mambises, pillos, manigüeros e insurrectos por él, recordaremos siempre a Juan Padrón con la alegría de un niño.


  

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