El sábado 17 de abril de 2004, Rafael Emilio Yunén, Pedro José -Pilito- Vega, José -Chiqui- Sánchez, Juan Miguel Pérez y yo hicimos un viaje a Montecristi. Nuestra intención era, además de disfrutar de los secretos naturales y culinarios del lugar, celebrar el cumpleaños de Pilito. Ese día llovió sin parar, algo muy raro en una ciudad sitiada por un bosque seco. Supongo que fueron la lluvia y el Brugal Extra Viejo quienes me conminaron a escribir este poemita, que luego publiqué en el libro Afuera (Betania, 2007). Cuando se lo enseñé a Pilito, cerró los ojos y soltó una de sus silentes carcajadas: "Es la primera vez que me dedican un poema —me dijo—, pero no parece tuyo sino de Malcolm Lowry".
MONTECRISTI
Sobre la
arena, sobre el viento desnudo del norte,
cae una lluvia finísima y luego un aluvión.
La montaña inconcebible celebra el cumpleaños
de un hombre que se ha quedado sin edad.
El agua imposible y el individuo sin tiempo
se miran frente a frente,
sólo el mar es testigo de su diálogo.
Todo está dispuesto sobre la arena.
Un hombre, la lluvia, el mar
y un día cualquiera de Montecristi.
Puede ya el olvido cargar con todo,
puede ya el olvido dejarle limpio el camino
a esa sequía que se anuncia indomable.
En
Montecristi acaba de escampar.
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