(Escrito para la columna Como si fuera sábado de ls revista Estilos)
Provengo
de una familia de ferroviarios. Cada vez que a mi abuelo le asignaban la
jefatura de una nueva estación, tenían que recogerlo todo y mudarse. Un tren
les dejaba dos vagones para que metieran todas sus pertenencias y las
despacharan hacia su nuevo destino.
Mi
madre, quien ha extraviado ya la inmensa mayoría de sus recuerdos, no olvida los
días de mudanza. De San Fernando para San Andrés, de San Andrés para San Juan
de los Yeras, de San Juan de los Yeras para el Paradero de Camarones.
Todo
lo que tenían era enviado en aquellos vagones: la ropa, los muebles, los
enseres, las vacas, las gallinas… Cada vez que los Yero armaban y desarmaban
sus cosas, comenzaba un nuevo capítulo de su nostalgia. Por las historias que
me hacían, llegué a la conclusión de que solo empezaban a disfrutar de un lugar
una vez que lo abandonaban.
Diana
y yo acabamos de mudarnos. Mientras desarmábamos El Bohío —así llamamos a
nuestro hogar—, recordé la antigua condición de mi familia y su obsesión por
idealizar las cosas que dejaban atrás, tratando por todos los medios de que el
futuro le diera sentido al pasado.
Ayer
volví a la casa que acabamos de abandonar. De las paredes solo colgaba la
sombra que dejaron los cuadros al ser retirados. Sin los muebles me sentía
desorientado, me era imposible determinar un punto fijo para trazar la
proyección de los recuerdos. Todo lo que logramos entre esas paredes se había
ido con nosotros.
Incluso
las cosas que compartimos con los amigos y los seres queridos también pudieron
ser embaladas. Cuando en las habitaciones vacías ya solo quedó espacio para el
eco, me di cuenta de que —contrario a la tradición de mi familia— también nos habíamos
llevado a la nostalgia con nosotros.
Eso
me hizo recordar la primera página de La ignorancia. No paré de buscar en las
cajas de libros hasta dar con la novela de Milán Kundera: “En griego, ‘regreso’
se dice nostos. Algos significa ‘sufrimiento’. La nostalgia es, pues, el
sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar”.
Aunque
Diana y yo también compartimos la condición de exiliados, hemos renunciado a la
posibilidad de volver al pasado que compartimos. Eso nos exonera de padecer
el tipo de ignorancia que define Kundera y nos permite acarrear también con las
cosas intangibles.
Hace
unos días una amiga me hizo notar que yo había cambiado mucho: “Eres otra
persona”, insistió. Ayer, mientras atornillaba los muebles y buscaba un nuevo
lugar para cada cosa, me di cuenta de que también estaba armando a un nuevo
Camilo.
Me
gustaría encontrar en alguna página de Milán cómo llamar a la alegría que causa
la posibilidad de alcanzar al futuro en el presente. Durante mucho tiempo,
Diana y yo nos imaginamos cómo sería la nueva vida dentro de un espacio que aún
no existía. Desde hace unas pocas noches respondemos esa pregunta.
Mi
familia se iba de un lugar para poder pertenecer a él. Nosotros, en cambio,
pudimos cargar con todo lo que tenía un sentido, abandonando el espacio absolutamente vacío. El lugar que dejamos ya
no se llama El Bohío, porque El Bohío es todo lo que se fue con nosotros.
Mi
amiga tenía razón, he cambiado mucho y espero poder seguir haciéndolo. Uno
necesita mudarse por dentro como se muda por fuera. Si abandonar nada de lo que
se ha sido, sin dejar atrás ningún recuerdo ni padecer de una manera enfermiza
por el pasado, es necesario embalar y desembalar lo que somos para tener la
posibilidad de ser de otra manera.
Por
eso en estos días, además de mudarnos de casa, también nos estamos mudando de
Diana y Camilo. Nos desempacamos con mucho cuidado, tal como hacíamos con los
cuadros, con los libros y con todos los recuerdos que nos llevamos para darle
espacio al eco.
3 comentarios:
Sencillamente perfecto. Gracias por compartir tu mudanza y acarreo. para mí que en un future no lejano voy a cambiar de país me es útil comenzar a imaginarlo sin temor.
Bendiciones.
Bello, Camilo. Entré de casualidad para enseñarle tu blog a un amigo y me encontrado para cerrar la noche con esta maravilla. Gracias!
Cubano, no dejas de maravillarme. Vaya que escribes como es!!!
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