Solo
me pongo zapatos para ir a la oficina y en ocasiones muy especiales. Suelo
andar en Croocs el resto del tiempo. Tengo varios modelos y he llegado a hacer
largos viajes con ellos. Cuando volví a Cuba, después de una década sin poner
un pie en mi país, fui únicamente con los Croocs que llevaba puestos.
Se
bañaron conmigo en el río Hanabanilla y en una playa de la costa Norte. También
me acompañaron sobre las piedras calientes de la Carreterita, ese sofocante
sendero que llega hasta mi antigua casa en el Paradero de Camarones. Diana dice
que al final acabarán haciéndome daño, porque tengo el pie plano y sufro de dolores en
la columna, pero también tengo dos excusas.
La
primera es que me siento Neil Armstrong con esos ligeros zapatones: camino con ellos como
si flotara. La segunda, que me recuerdan a uno de los zapatos más
entrañablemente odiosos que he tenido en mi vida. En septiembre de 1977 fui
enviado a un internado para cursar la Secundaria (en la Cuba de entonces no
había otra opción).
Era
una escuela de madera dentro de un pequeño valle, en lo alto de las montañas
del Escambray. Se llamaba El Nicho. Nos recibieron con un acto patriótico y luego, en un almacén, nos entregaron todo lo que
tendríamos en aquel lugar: una chaqueta, dos pantalones, dos camisas, un
sombrero para trabajar en el campo y un par de zapatos de goma.
Era
obligatorio andar con los Kikos Plásticos. Cuando formábamos en la plaza, cada
mediodía, se calentaban como si estuviéramos encima de un sartén al fuego. Si
llovía, los pies se nos empapaban hasta podrirse. Durante la sequía, el polvo
que se colaba por sus agujeros creaba una gruesa capa de arena.
Hace muchos años que mi generación se libró de aquella tortura. Nunca
más había vuelto a ver una imagen de los Kikos Plásticos. Diana también dice que suelo cargar con algunos traumas
sobre mis hombros, creo que andar en Croocs es uno de ellos.
5 comentarios:
Los recuerdo querido. A mi me daban un sicote mortal.
Dice Antolín que él se pintaba los pies de negro (con tinta hecha de agua y el polvo negro de las pilas Yara) para que pensaran que traía medias puestas. Yo usé los kikos muy poco, pues llegué un tiempo después, gracias a Dios. El sicote que daban es antológico.
Siempre presumo que tuve la dicha de no haberlos usado y eso que la fábrica estaba frente a mi trabajo en década de los 70's, la revista Bohemia, te abrazo Camilo!
El mejor requiem posible para algo tan odioso y querido al mismo tiempo.
ASERE USTED HACE POESIA HASTA CON LA PESTE A CICOTE....
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