En la estación de Santa Clara, una vieja locomotora traída
del Canadá (aún conserva las insignias de los ferrocarriles de ese país) permanece
apagada en uno de los andenes. Dos ferroviarios entran y salen de ella, bajan y
suben su estribo, pero la máquina sigue inmóvil, sin emprender ninguna
operación.
Todo lo que se mueve a su alrededor tiene un caballo atado o
lleva pedales. Fuera de los enclaves turísticos y del downtown habanero, Cuba
se mueve con tracción animal. Incluso las ciudades más grandes huelen ahora a enclave
agrícola, a batey, a guardarraya.
Cuando se viaja por la Carretera Central, todo el tiempo que
se cobra por la ausencia de vehículos, puede perderse de pronto, en la más
mínima curva, detrás de un parsimonioso carretón. Esa lentitud, esa falta de aceleración,
ha multiplicado todas las distancias y ha incomunicado a muchos que antes
estaban relativamente cerca.
El paisaje de Matanzas, Cienfuegos o Camagüey ha sido
devuelto a mil ochocientos y pico. Los coches y los caballos, que habían
desaparecido de esas ciudades desde principios del siglo XX, con la llegada de
los tranvías, ahora resuenan sus ruedas y herraduras contra los adoquines que resurgieron
al perderse las capas de asfalto.
Hace mucho tiempo leí algo parecido en un cuento de Alejo
Carpentier y me pareció realmente maravilloso. Pero una cosa es la imaginación
y otra la vida real. Que un país entero tenga el mismo destino de una sola casa,
que la realidad apabulle a la metáfora con tanta saña; desconcierta, duele,
desespera.
4 comentarios:
Camilin:
me agradó tu saludo! Eres uno de los amigos que más recuerdo e los "años felices". Un abrazo, hermanito. LEMIS
La mayoría de los cubanos hoy no se acuerda de que había un aeropuerto en Cienfuegos, ni de las líneas de autobuses que recorrían toda la isla, ni de la abundancia y eficacia de los trenes de pasajeros. El atraso en dos siglos quizás responda al deseo de ellos, camboyano, de volver a la comuna primitva.
Mi querido amigo Camilo.
Quiero que sepas que te leo habitualmente y que me encanta lo que escribes y por qué lo escribes.
Tu amigo sevillano, Javier
Un fuerte abrazo.
Fueras feliz en mi casa, vivo al lado de una linea de ferrocarril, pensé al principio que no lo soportaría y realmente me hace muy feliz el sonido de los trenes, ya hace 5 años que vivo en este lugar.
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