Aquí estoy con la familia de Sergio, uno de los pocos Yero
que aún vive en el pueblo. Le rodean sus hijos, su mujer y la gente con la que
comparte la polvareda del callejón de La Flora. Justo a mí lado está Juana, que
vino de Cienfuegos a pasarse unos días.
Juana es la madre de Sergio y la viuda de mi tío Leopoldo, un
hombre que ejercía la mecánica como un sacerdocio. Donde quiera que hubiera algún
mecanismo roto, Leopoldo se sentía en el deber de componerlo. Siempre andaba
con un mocho de tabaco torcido en el rostro y tres o cuatro palos de ron
encima.
Cuando quería señalar algo, lo hacía con su inmensa llave de
Stillson. Llevaba esa herramienta asida a la mano y la empuñaba como un sable. No
creo que exista una tubería en el pueblo que no exhiba alguna muesca de la
llave Stillson de Leopoldo.
Sergio heredó la nobleza y el cariño familiar de su padre.
Nunca nos hemos llamado por nuestros nombres, desde niño nos decimos “primo”. Fue
el mejor espadachín de todos nosotros. Su espada de guácima era temida incluso
por los más grandes. Hasta un día, en que la cambió por una llave Stillson.
4 comentarios:
Hermoso y merecido homenaje a tu gente querida de Camarones. Un beso.
Me tropecé con esto, hoy y aquí te lo dejo.
Porque pensé en El Paradero de Camarones, provincia de Cienfuegos.
Qué maravilloso ejercicio este de encontrar algo bueno que decir de cada una de las personas que nos rodean, que nos rodearon.
Gracias, das "orgullo ajeno", fe en la humanidad.
Chico: al primo que está al lado tuyo contáctalo con Hollywood o Televisa: sería estrella por allá. ¡Mira que Cuba produce cosas bellas! (S.L.)
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