Desde el alto techo de zinc de la estación de ferrocarril
del Paradero de Camarones se divisaban las torres de seis ingenios azucareros:
Elpidio Gómez (Portugalete), Espartaco (Hormiguero), Ramón Balboa (San
Agustín), Marta Abreu (San Francisco), Ciudad Caracas (Caracas) y Mal Tiempo
(Andreíta).
Durante la zafra, las mujeres de mi pueblo tenían que
caminar a favor del viento. De lo contrario, el bagacillo que salía de tantas
chimeneas les arruinaba los vestidos. A las 11 de la mañana y a las 6 de la
tarde los ingenios hacían sonar sus silbatos. Aquellos vapores unísonos
atravesaban todo en todas direcciones.
En la actual zafra, solo Ciudad Caracas está moliendo. El
resto de los centrales fueron demolidos y sus bateyes apenas producen un
silencio deprimente. La hierba de Guinea y los montes de marabú se ha expandido
por los antiguos cañaverales, trocando el antiguo paisaje en un borroso
potrero.
De lejos, saludé a la torre extinta del central Mal Tiempo.
Ella fue la estructura más alta que tuve al alcance de mi infancia. Nací y mi
crié en un pueblo que fue hecho por las zafras. La gente que me rodeaban eran azucareros,
esa circunstancia los definió por más de dos siglos.
Creo que esa es la razón por la que esos lugares, tan afines
y familiares, me resultaron desconocidos a primera vista.
3 comentarios:
Cuanta nostalgia en tu crónica, Camilo, y que tremenda desesperanza la que se vive en nuestra isla. El daÑo es antropológico, y ojalá, pronto, sea reversible.
Tenías razón cuando me dijiste antes de partir que "este sería un viaje de película".
Me alegra mucho. Tengo ya gente interesada para hacerla en el lugar que deseamos tanto.
Publicar un comentario