He laborado en muchos sitios, desde un grupo de teatro
ambulante hasta una consultora internacional en relaciones públicas. En cada una
de mis ocupaciones, ya fuera en una institución cultural o en la redacción de
un periódico, he procurado siempre sentirme bien conmigo mismo, que es la única
manera de hacer mejor las cosas.
En todos los lugares por los que he pasado, he encontrado
personas que tendré que querer para siempre. Soy un hijo único que busca
hermanos por todas partes, incluso donde no los hay. Gracias a eso ahora tengo
algunos pocos que valen su peso en oro.
Pero si tuviera que elegir el espacio donde más aprendí,
donde más crecí y donde más y mejor fui yo mismo, tendría que regresar a los escasos
metros cuadrados donde estaba la redacción de La Gaceta de Cuba. Allí, junto a Norberto Codina, Arturo Arango y
Omar Valiño, Camilo Venegas fue más Camilo Venegas que en ningún otro lugar.
Allí asimilé las mañas de Norberto para lograr 64 páginas de
pluralidad, con más consenso y participación que ninguna otra revista en la
Isla. Allí aprendí a lidiar con el fantasma de Leonardo Padura, quien marcó a
la publicación con su rigor y su cubanidad insaciable. Allí me hice editor a la
cañona, porque al lado de Arturo Arango, el mejor que conozco, no hay otra
posibilidad. Allí aprendí a defender mis convicciones con la misma pasión y
honestidad que Omar Valiño lo hace.
La noche en que regresé a La Habana, Norberto, Omar y yo nos
volvimos a sentar alrededor de una mesa (Arturo estaba de viaje, solo eso
justificó su ausencia) como si el tiempo pasado fuera mucho menor. Omar y yo ya
nos habíamos encontrado en Santo Domingo, pero a Norberto hacía 10 años que no
lo veía.
Cuando lo llamé desde el hotel, Codina me respondió con la
misma frase que lo hizo siempre, cada vez que nos llamábamos para comentar algo
de la revista o de béisbol, los dos puntos de partida que siempre marcaban
nuestras conversaciones.
—¡Dime, Tigre de la Malasia! —Gritó cuando reconoció mi voz.
Habíamos quedado en volvernos a ver cuando Arturo llegara de
Montevideo, pero en los días finales el tiempo se me fue como la
arena entre los dedos. Será la primera noche de mi próximo viaje. Los cuatro
juntos, como en los viejos tiempos, para darnos los abrazos y recuperar todas
las conversaciones que permanecen en el mismo punto donde las dejamos,
alrededor de la mesa de La Gaceta.
9 comentarios:
¡Hermoso!
Por donde quiera que pasas Venega, a muchos y sobre todo a MUCHAS nos nos queda mas remedio que quererte. Yo te recuerdo siempre y me rio con muchas de tus cosas porque siempre le alegras la vida a los que trabajan contigo cuando no se trata de una discusión de trabajo porque ahi si que te pones insoportable. me hubiera gustado que prefirieras la redacción de EL CARIBE a todos tus trabajo, pero entiendo que Cuba es tu apasionamiento más grande y ellos tuvieron la suerte de estar en el trabajo que más te gustó en Cuba. Felicidades otra vez. Un besito.
El reencuentro es siempre grato, pero reencontrarse con los hermanos es lo más hermoso que le pueda pasar a quien vive lejos.
Qué manera tan sincera tienes de decirlo.
ESCRITOR es aquel que nos deja todo el dia con su blog y/o libro (Irlanda esta despues del puente) abierto esperando mas. Gracias Camilo.
Yo nunca aprendí más en la vida que cuando hacía el Perfil de Santiago y los libros de las Ediciones Caserón con José M. Fernández Pequeño, José Luis Hernández y Marta Mosquera
Estelar, como siempre...
Sr. Venegas,
He visitado vuestra pagina en internet, gracias a un correo de nuestro comun amigo Oscar del grupo de los FFCC cubanos. Muy interesante su pagina y sus historias.
Yo tambien me lleno de nostalgia cada vez que me hablan de algo de mi patria. Y digamelo que sali de Cuba en 1960 cuando tenia 23 años. Mis felicitaciones y deseo decirle que he añadido vuestra pagina a mis favoritos. Asi que cada vez que pueda la leere y vivire la nostalgia de mi Cuba, cercana en el corazon aunque lejos de ella.
Le saludo desde Miami, Florida.
Vaya Camilo, tremendos amiguitos. ¿No te hablaron de la vigencia de las palabras a los intelectuales? Esa fue la última brillante intervención de Valiño...
Cuando pongas tu nombre, último anónimo, te diré las razones por las que considero a Norberto, Arturo y Omar mis hermanos (amiguitos es una categoría infantil que ellos superan con creces). No sé tú, pero yo respeto demasiado a los que dicen lo que piensan y ellos, me consta, siempre le han hecho honor a esa convicción.
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