Cuando
era chiquita, veíamos juntos una y otra vez Las
aventuras de Elpidio Valdés, el célebre animado cubano. Entonces,
tenía que explicarle contra quienes luchaban el pequeño mambí y su inseparable
caballo Palmiche. Recuerdo sus carcajadas cuando el general Resoplez, el enemigo acérrimo del coronel Valdés, profería sus insultos: pillo, manigüero, insurrecto...
De alguna manera, la historia de Tocororo Macho, el pueblo
donde Elpidio hace de las suyas, me sirvió para contarle la historia de Cuba. Lo
más difícil fue explicarle cómo, a partir de un momento, los buenos también se habían
convertido en malos. Esa fue una de las razones por las que, cuando
cumplió 7 años, decidimos que siguiera creciendo en un país libre, donde pudiera decir lo que pensaba sin temor a ser perseguida por eso.
En
sus maletas trajo todas las películas de Elpidio Valdés. Pero estaban en unos viejos VHS y
llegó un momento en que no hubo forma de seguir viéndolas. A partir de
entonces, Ana Rosario tuvo que elegir otros héroes y otros villanos. La mayoría
de ellos comenzaron a ser individuos de la vida real.
Hay
temas en los que no nos ponemos de acuerdo. Hemos llegado a discutir acaloradamente
sobre determinadas cosas, pero al final acabo cediendo ante su pasión y, sobre
todo, ante sus innegociables convicciones: jamás da el brazo a torcer si no se le
convence con argumentos.
En
República Dominicana fue contestataria, irreverente y provocadora hasta que se
fue a vivir a España. Ya no es la niña que se sentaba en mis piernas a cantar la
cancioncita de Elpidio Valdés. Ahora estudia Derecho y Política en la
Universidad Carlos III. Es casi de mi tamaño, pero hay algo en ella que no ha
cambiado en lo más mínimo: sigue siendo pilla, manigüera, insurrecta.
2 comentarios:
Lindo me encanto, coño me hiciste llorar....
Muy bueno, me hizo recordar mi niñez y lo que dices de los buenos que se convirtieron en malos, en fin, me encantó!
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