17 marzo 2014

Kikos Plásticos

Solo me pongo zapatos para ir a la oficina y en ocasiones muy especiales. Suelo andar en Croocs el resto del tiempo. Tengo varios modelos y he llegado a hacer largos viajes con ellos. Cuando volví a Cuba, después de una década sin poner un pie en mi país, fui únicamente con los Croocs que llevaba puestos.
Se bañaron conmigo en el río Hanabanilla y en una playa de la costa Norte. También me acompañaron sobre las piedras calientes de la Carreterita, ese sofocante sendero que llega hasta mi antigua casa en el Paradero de Camarones. Diana dice que al final acabarán haciéndome daño, porque tengo el pie plano y sufro de dolores en la columna, pero también tengo dos excusas.
La primera es que me siento Neil Armstrong con esos ligeros zapatones: camino con ellos como si flotara. La segunda, que me recuerdan a uno de los zapatos más entrañablemente odiosos que he tenido en mi vida. En septiembre de 1977 fui enviado a un internado para cursar la Secundaria (en la Cuba de entonces no había otra opción).
Era una escuela de madera dentro de un pequeño valle, en lo alto de las montañas del Escambray. Se llamaba El Nicho. Nos recibieron con un acto patriótico y luego, en un almacén, nos entregaron todo lo que tendríamos en aquel lugar: una chaqueta, dos pantalones, dos camisas, un sombrero para trabajar en el campo y un par de zapatos de goma.
Era obligatorio andar con los Kikos Plásticos. Cuando formábamos en la plaza, cada mediodía, se calentaban como si estuviéramos encima de un sartén al fuego. Si llovía, los pies se nos empapaban hasta podrirse. Durante la sequía, el polvo que se colaba por sus agujeros creaba una gruesa capa de arena.
Hace muchos años que mi generación se libró de aquella tortura. Nunca más había vuelto a ver una imagen de los Kikos Plásticos. Diana también dice que suelo cargar con algunos traumas sobre mis hombros, creo que andar en Croocs es uno de ellos.

5 comentarios:

Bebo Cárdenas dijo...

Los recuerdo querido. A mi me daban un sicote mortal.

Napo dijo...

Dice Antolín que él se pintaba los pies de negro (con tinta hecha de agua y el polvo negro de las pilas Yara) para que pensaran que traía medias puestas. Yo usé los kikos muy poco, pues llegué un tiempo después, gracias a Dios. El sicote que daban es antológico.

Peyi Rodriguez Cabrera dijo...

Siempre presumo que tuve la dicha de no haberlos usado y eso que la fábrica estaba frente a mi trabajo en década de los 70's, la revista Bohemia, te abrazo Camilo!

Anónimo dijo...

El mejor requiem posible para algo tan odioso y querido al mismo tiempo.

Anónimo dijo...

ASERE USTED HACE POESIA HASTA CON LA PESTE A CICOTE....