Le pregunté al portero del hotel si me podía decir dónde
estaba el Parque del Ajedrez. “Ahí mismo, compay”, dijo haciendo un corte
transversal sobre la plaza con su dedo índice. Seguimos la dirección de aquel
gesto. Eran justo las seis de la tarde. Lo sé porque en ese momento comenzaron
a arriar la bandera del Ayuntamiento.
Bajamos por la Calle Santo Tomás (siguiendo siempre el
rastro que describió el dedo) y apenas una cuadra después dimos con el lugar
que buscábamos. Ahí estaba el sitio real donde la escritora cubana Odette
Alonso se ha refugiado para levantar un espacio virtual.
Como en la canción de Serrat, a esa hora a la gente le daba
el sol en la espalda. También había guirnaldas, aunque todas eran de apenas dos
colores: o rojas o negras. El Parque estaba vacío. Solo dos borrachos,
refugiados en uno de los rincones más apartados, se planteaban un raro juego
con dos vasos y una botella sobre un tablero de ajedrez.
En honor a la verdad, en el blog de Odette el parque es
mucho más grande. Allí asisten individuos de toda calaña y cualquier parecer.
La poeta nunca discrimina ni permite que lo hagan. Jamás dicta una sentencia. Todo
lo que dice y hace es con la única intención de incitar diálogos, promover
encuentros y remover las ideas.
Como los borrachos, nos sentamos en una de aquellas mesas
cuadriculadas y brindamos por Odette. La botella de Ron Santiago parecía un
raro alfil con todas las diagonales para él solo. El tablero vacío era una
metáfora del parque y del resto de la ciudad. Todas las ausencias estaban
marcadas con cuadros de granito descolorido.
El día que en el parque quepa la misma gente que en el blog,
la ciudad empezará a parecerse a la escritora que la extraña y escribe desde
muchos otros parques de México D.F. No sé si entonces Odette quiera regresar o prefiera
quedarse. Lo importante es que el lugar sea lo mismo en ambos lados, que no haya
tanta diferencia entre la realidad y la imaginación.
6 comentarios:
Odette Alonso Coñó, mi nieto, qué lindo verte paraíto ahí... Y eso que dice aquella amiga común que ése es un parque "donde nadie se sienta" (bueno, ella lo decía del mío, del virtual...)
¡Gracias, mi vida, qué lindo texto! Buen alfil que te buscaste, el mejor de la zona. Ojalá tú y yo nos tomemos un ron allí alguna vez, como nos lo tomamos en el otro Parque, el mío/nuestro. Te abrazo largo.
Hubiera dado cualquier cosa por tenerte ahí. ¿Sabes una cosas? Cuando estaba en el Parque me di cuenta de que mi primera noche en Santiago, a mediados de los años ochenta, dormí frente a él, en el Hotel Imperial. El azar concurrente, mijita, diría Lezama.
Así mismo, los caminos que regresan, el mundo en círculos...
Justo ahora estaba leyéndolo. Imperdible. Todo lo que ha escrito del viaje a Cuba, está imperdible. Y las cosas de antes, no menos.
Odette, te propongo que un día recopilemos un libro sobre el parque. Sobra gente para escribir: desde Nadereau hasta la gente de los ochenta. Dios mío, cuántas amistades y enemistades hicimos ahí, cuánta crítica literaria al aire, cuántos empates se fraguaron o se rompieron entre las casillas de esos tableros de concreto. ¿Te imaginas?
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