No le tengo miedo a la altura. Esa es una de las pocas cosas
a las que puedo decir que de verdad no le temo. Siendo aún muy pequeño, a
escondidas de mi abuela Atlántida, aprendí a escalar hasta el final del techo
de la estación. Para hacerlo, tenía que subir por un poste del telégrafo. Luego,
debía saltar a una mata de aguacates y de ahí a una canal de zinc.
Desde allá arriba, se veían todas las torres de los ingenios
que rodeaban a mi pueblo. Mucho más allá, en dirección al Sur, se distinguía
con claridad el polvo y la humareda de la fábrica de cemento Karl Marx, "la más
grande de América Latina". Muchas veces, mientras miraba aquel paisaje, pasaba
rasante una bandada de helicópteros
soviéticos.
Nunca llegué a subir al Pico Turquino. Todas las
expediciones que vi organizarse eran para Jóvenes Comunistas y nunca he
militado en nada. El punto más alto que he alcanzado de Cuba es este. Al final
de la Gran Piedra hay una pequeña estructura que debió servir de base a algún
instrumento meteorológico.
Desde allá arriba se ve una extensión enorme de mar Caribe.
Del otro lado, la Sierra Maestra y las llanuras del Oriente cubano se estiran hasta
que no pueden más y se doblan. Mil doscientos treinta y cuatro metros
sobre el nivel del mar. Eso es lo más cerca que he estado del cielo de Cuba.
Hubo un momento en que unas nubes me pasaron por encima.
Nada de lo que se llega a sentir en un momento así se puede describir. Si acaso contar el suceso, dar un vago testimonio.
4 comentarios:
¿ni en la UPC, ni en la FEEM? no sé, no sé...
HER MO SOS!!!! EL POST Y TÚ, ENCARAMADITO ALLÁ ARRIBA.
Mijoooooo me mareo de mirarte. Cómo tú te subiste ahí, tú estás LOCOOOOOOO?????? Siempre fuiste un loquito, un loquito adorable y bueno, capaz de hacer las locuras más lindas.
ayyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyyy
(Lemis)
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