En tu corazón se
esconde mi país
y el jardín que me
conduce a casa,
de vuelta a casa.
Carlos Varela
“¿Por qué la estación
de mi pueblo no aparece en tu blog?”, me preguntó Diana la segunda vez que nos
vimos. Yo nunca había estado en El Cristo. Lo único que sabía de aquel lugar
era lo que contaban los ferroviarios: “Esa es la mayor pendiente de Cuba,
aquello parece una montaña rusa”, le oí decir a Marino Vega, el mejor
maquinista de Cienfuegos.
Le pedí a ella que escribiera un texto para ponerlo en la sección Estaciones, donde varios amigos recuerdan los andenes de sus pueblos. “Será mejor que vayas a conocerla y que la escribas tú mismo, estoy segura de que quedará mucho mejor”, me dijo.
Le pedí a ella que escribiera un texto para ponerlo en la sección Estaciones, donde varios amigos recuerdan los andenes de sus pueblos. “Será mejor que vayas a conocerla y que la escribas tú mismo, estoy segura de que quedará mucho mejor”, me dijo.
No me quedó claro si su frase era un cumplido o una broma,
pero lo cierto es que menos de un mes después llegamos a El Cristo. Cuando sus
padres se marcharon al exilio, ella acababa de cumplir cinco años. No tiene
muchos recuerdos de ese breve tiempo, aunque siempre lo asocia con un olor que
no volvió a encontrar en ninguna otra parte.
La gasolinera que era de su abuelo está abandonada. La casa
donde vivió con sus primas ya perdió la mitad de su altura y casi todos los portales.
Los Colegios Internacionales, donde su madre aprendió a tocar el piano y a
hablar inglés, ahora es una cuartería en peligro de derrumbe.
Cuando estaba a punto de decir que nada le parecía
reconocible, un golpe de aire sopló desde las vías férreas. Hasta nosotros
llegó el alquitrán de los viejos travesaños de pino. “¡Ese es el olor de mi
infancia!”, dijo. Nada más estaba en su sitio; pero aquella sustancia, disuelta
en el olor de la tarde, le pareció suficiente.
—Sí, estoy de vuelta a casa.
6 comentarios:
Hermoso recuento. El final es de antología.
Un olor es suficiente para volver a vivir.
Guajiro, es imposible no seguirte, buenos todos los post.
Camilo, no sabes cuando te agradezco esto que has hecho con tu viaje a Cuba; mí me aporta más que un libro de historia porque estás contando a mi querida isla como la viera uno si estuviera en los lugares que tu visitaste. Pero lo más increíble es la sencillez con la que dices cosas que a veces resultan tan complejas. Esto es un trabajo admirable, de verdad mis respetos. No sé si tu intención era hacer un libro o lo haces para divertirte o sacarte la espina pero creo que es un libro, ojo con eso, no lo desaproveches.
Hermoso
Esa pregunta fue la contraseña, la clave, para el inicio de una historia que ya no puede estar sin un nosotros.
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